Capítulo 22- Vino

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Solo en su cama, WangJi se reprochó su osadía: Wei Ying se había aflojado entre sus brazos cuando él cedió a su impulso de besarlo, pero luego se puso tenso y cuando él por fin lo soltó, se levantó con prisa y huyó de su habitación. WangJi estaba seguro de que lo había asustado, y furioso contra sí mismo, se dio un golpe en la frente.

Wei Wuxian corrió en la oscuridad, rumbo a las habitaciones de invitados, con las mejillas que le ardían a pesar del frío de la noche. Cuando llegó y cerró la puerta, se tocó los labios, incrédulo.

Ese no era su primer beso: recordaba vagamente que en el pasado había recibido otro estando con los ojos vendados, durante una cacería. Nunca supo quién se lo había dado, pero eso ahora no tenía importancia: el beso de Lan Zhan había sido dulce y cálido, y lo había llenado de asombro y de una sensación extraña que hizo hormiguear su vientre. 

Confundido, tomó una jarra de vino, que se bebió completa y en unos pocos tragos, sin recordar que el cuerpo de Mo XuanYu no tenía tanta resistencia al alcohol como el antiguo Wei Wuxian. Un rato después se tambaleaba por la habitación, riendo y hablando solo:

—Ese tonto…, ¡qué bien que besa! Después de tantos años, ¿habrá practicado con alguien…? —se dijo. Era lógico pensar que un hombre tan hermoso como Lan Zhan no había pasado todo ese tiempo solo. Borracho como estaba, se puso celoso y comenzó a dar vueltas por la habitación, cada vez más agitado—. ¡Debo hablar con él! ¡Tengo que saber si estuvo con alguien…!

Tambaleándose en la oscuridad, volvió a la habitación de WangJi, y sin molestarse en golpear ni pedir permiso, entró con toda la rapidez que le permitía su inestable marcha. El líder de WeiLan lo miró, asombrado: 

—¡Wei Ying…!

Wuxian caminó hacia él con una actitud decidida, a pesar de que no lograba mantenerse derecho. Lo señaló con el dedo:

—¡Ahora vas a decirme quién te enseñó a besar así…!

—Pero, ¿acaso estás borracho? —le preguntó WangJi, aunque la respuesta era evidente.

—¡No estoy borracho! ¡Soy Wei Wuxian! ¡Jamás me emborracho! —Antes de que el mayor tuviera tiempo de pensar, Wuxian volvió a sentarse en la cama y lo agarró de los brazos—. ¡Habla, Lan Zhan! ¿Quién te ha besado antes que yo?

—¡Nadie…! Tú fuiste el primero… —Lan WangJi trató de soltar sus brazos para levantarse de la cama y vestirse. Pensaba llevar a Wuxian de vuelta a su habitación y dejar que durmiera un poco. Pero no pudo: sin soltar sus brazos, el menor se acostó sobre él y lo dejó inmóvil.

—¿Soy el primero en todo…? —le preguntó, en un susurro.

 —¡Wei Ying! ¡¿Qué haces?! —Lan WangJi, al límite de su resistencia, sintió el aliento del chico sobre su boca, y cerró los ojos, intentando pensar en otra cosa.

—Besas muy bien… —Encima de él, Wei Wuxian metió una de sus piernas entre las suyas. 

—¡Wei Ying! No… —Lan WangJi se apretó contra el menor, sintiendo la pierna que presionaba su erección,  moviéndose sobre ella—. Basta…

Pero ya no lo podía soltar: a pesar de que le había pedido que se detuviera, comenzó a quitarle el cinturón a los tirones y, olvidado de todo, volvió a besarlo.

                         ***

Wei Wuxian se despertó, enredado con el edredón. Tenía calor  y mucha sed. Sin recordar lo que había pasado la noche anterior, se revolvió, incómodo. Recién ahí notó el brazo que cruzaba su cintura. A su lado, WangJi dormía tan profundamente que no se despertó con sus movimientos. Su cuerpo desnudo y sus cabellos revueltos y esparcidos sobre la almohada eran la cosa más linda que él había visto en su vida. Pero…, ¿cómo habían terminado así?

De a poco, su memoria regresó:

—Pero, ¿por qué se me ocurrió volver…?

Una oleada de recuerdos lo sacudió, y su cara se puso un poco roja. Le asombró recordar las cosas que había hecho en el calor de la pasión: se dio cuenta de que cuando fue a buscar a Lan Zhan por segunda vez, no había sido solo por celos sino porque quería estar con él.

Rodeado por los fuertes brazos de Lan Zhan, desnudo y a su merced, ahogado con sus labios sobre los suyos y preso de su propia excitación, lo había acariciado sin vergüenza. Su piel, caliente y algo húmeda, exhalaba el aroma a sándalo que Wei Ying jamás había podido olvidar. 

Lan WangJi, aún dormido a su lado, se movió un poco y suspiró.

«El aroma a sándalo… siempre impregnado en mis recuerdos...», pensó Wuxian. Recordó el dolor de su primera vez, y las sensaciones nuevas que lo habían llevado al borde de la locura: Lan Zhan mordiéndose los labios mientras se movía dentro de él, que solo podía pedirle más besos para lograr relajarse y que le doliera menos, hasta que sintió esa oleada de electricidad recorrer su columna, y sin pensarlo, también había empezado a moverse. Después, solo placer: palabras dulces dichas al oído, suspiros, besos, gemidos, y el éxtasis final que los había dejado sin fuerzas. El largo abrazo y el atronador sonido del corazón de Lan Zhan en su oído, que tenía apoyado contra su pecho, y que de a poco comenzó a normalizarse, le había dado sueño.

Volvió a mirar al hombre dormido a su lado y acarició una de sus mejillas, con delicadeza. Sin despertarse, Lan Zhan sonrió.

Wei Wuxian lo miró con asombro: después de tantos años, era la primera vez que lo veía sonreír.

Negro sobre blanco (Mo Dao Zu Shi)Where stories live. Discover now