Capítulo 41- Decisiones

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Lan WangJi y Wei Wuxian estaban escondidos en Gusulan. XiChen había cumplido con su fama de hombre honorable, y les había vuelto a ofrecer su apoyo, sin hacer preguntas.

—Lan Zhan… —susurró Wuxian, mientras se despertaba. Sintió un poco de dolor: WangJi estaba curando sus heridas con las medicinas de primer nivel de la secta Lan.

—No hables, Wei Ying. Trata de descansar.

Pero, un poco más despierto, el menor se dio cuenta de dónde estaban, y reaccionó con enojo:

—¿Por qué vinimos a Descanso en las Nubes? —exclamó—. ¡¿Cómo fuiste capaz de abandonar WeiLan, tu esfuerzo de años?! ¿La dejaste sola e indefensa?

—Mi secta no es importante en este momento —respondió WangJi, concentrado en las curaciones.

—¿Tu secta? ¡¿Crees que WeiLan es solamente tu secta?! ¿Y A Yuan, Yin Pei, Wen Ning, y todos tus cultivadores y sus familias? ¿También no es de ellos?

—Todos están en Qinghe Nie, a salvo…

—¡Pero ellos no pertenecen a ese lugar! —Wei Wuxian hizo fuerza para levantarse de la cama, y un dolor agudo lo obligó a recostarse de nuevo. WangJi lo sujetó, alarmado:

—¡¿Qué haces, Wei Ying?! ¡Tus heridas volverán a abrirse!

—¡No me importa! ¡Debemos volver a WeiLan!

—Ahora no puedes… —El tono bajo y dulce de la voz de Lan XiChen lo hizo quedarse quieto. Pero cuando el líder de GusuLan entró a la habitación, su rostro estaba más pálido que de costumbre, y su gesto era de gran preocupación. Detrás de él, casi escondido, venía Nie Huaisang.

Lan WangJi se levantó despacio, con un mal presentimiento:

—¿Qué haces aquí, Huaisang? ¿SiZhui…?

—¡Yo no sé, no sé…! ¡He… hermano WangJi… yo no sé…! 

—¡¿Qué es lo que no sabes?! —El furioso grito del líder de WeiLan retumbó en la habitación.

—No fue su culpa, WangJi… —musitó XiChen—. Huaisang no estaba en QinGhe Nie cuando tu gente llegó allí. Tu hijo tomó una parte de los cultivadores de la secta Nie y a todos los de la tuya, y volvió a WeiLan, con intención de defenderla…

—¡¿Qué?! —gritó Wei Wuxian, sosteniendo su herida, y renovó sus esfuerzos para levantarse. Pero esta vez WangJi no lo detuvo: el líder de WeiLan aún miraba a su hermano, tratando de procesar lo que le había dicho—. ¡Muévete, Lan Zhan! ¡Debemos volver a WeiLan! ¡Pero ya!

Lan WangJi pareció reaccionar, y con un apagado «sí», tomó su espada.

                        ***

—¿Te duele? —Wen Ning todavía recordaba alguna de las técnicas de medicina de su hermana, y curaba la herida de Lan SiZhui de la mejor manera que podía. La cara del chico se retorció de dolor, pero miró hacia otro lado y le dijo que no.

Afuera de las murallas de WeiLan no se escuchaba ni un ruido: las diezmadas tropas de las sectas Jin y Jiang se habían retirado, y las menores ni siquiera se habían acercado al ver el desastre que había causado el General Fantasma al repeler a los clanes mayores. Algunos de los cultivadores que estaban en mejor estado curaban a los heridos o se llevaban a los muertos para enterrarlos al fondo de la residencia. SiZhui, que nunca había comandado a tanta gente, se sintió responsable por todos los que habían fallecido bajo su mando.

—No sé si algún día seré un buen líder de secta…

—¿Por qué dices eso, SiZhui?

—Mira todo el daño que causé, Wen Ning… —se lamentó—. Tantos buenos cultivadores de QinGhe Nie y de WeiLan, todos muertos por mi culpa…

El General Fantasma observó a los hombres que, con cierto esfuerzo, arrastraban los cadáveres de sus compañeros. Ya había visto esa escena varias veces desde su lugar en la familia Wen, sin poder hacer nada por la gente que asesinaba Wen RuoHan, ni evitar todo el mal que habían hecho sus hijos. También había visto las consecuencias de la venganza de los clanes. Muchas buenas personas habían muerto en vano.

—No fue tu culpa, SiZhui. Tú deseabas proteger la secta de tu padre. Estás en tu derecho de… —Pero no pudo terminar de hablar: sobre el techo de la residencia vio parados a Lan WangJi y a Wei Wuxian. Los dos volaron hacia ellos, al ver herido al menor.

—¡SiZhui! —gritaron casi al unísono—. ¡¿Qué pasó?! ¿Quién te hirió? ¡Eres un muchacho inconsciente! —le gritó Wei Wuxian, mientras WangJi lo miraba con expresión sombría:

—Te había dado órdenes. ¿Por qué no las cumpliste? —le preguntó.

El chico trató de levantarse y hacerles una reverencia a cada uno, a pesar de su dolor, y con aire resuelto les respondió que no podía dejar que su secta se extinguiera, sin hacer nada.

—Podría sentirme hasta orgulloso de él… Suena como yo a su edad —murmuró Wei Wuxian. Wen Ning lo miró, temeroso de que el muchacho lo escuchara.

—Ven conmigo. —WangJi le hizo una seña a su hijo, para que lo siguiera—. Vamos a hablar a solas —le dijo a Wuxian, que ya iba tras ellos, y que se detuvo en seco ante las palabras de su alma gemela.

—Está bien… Me quedo aquí. —Con aire disgustado, Wuxian se dio media vuelta y se enfrentó a Wen Ning—. ¿Se puede saber qué demonios hicieron ahora?

                         ***

Los pocos cultivadores que quedaban en pie y enterraban a los muertos, saludaron con respeto a su líder, que apareció en el fondo de la residencia con su hijo, para inspeccionar el estado de los sobrevivientes. Lan WangJi estaba seguro de que los que habían atacado WeiLan se habían replegado para buscar más gente y volver con sus fuerzas redobladas. Después de que terminó su inspección, comprobando que jamás iban a resistir otro ataque, le dijo a SiZhui que lo siguiera al salón principal de la secta.

—Padre…

—No digas nada, SiZhui. Desobedeciste una orden directa, y mereces un castigo. Pero éste no es el momento. Siéntate y déjame ver tu herida. —Después de que comprobó que estaba curada y bien vendada, WangJi le transfirió un poco de energía espiritual a su hijo, para ayudarlo a sanar.

—¡Quiero que me entiendas, padre! —exclamó SiZhui, que no pudo soportar el silencio del líder de WeiLan—. ¿Cómo iba a dejar que Jin GuangYao se adueñara de nuestra secta? ¡Tú no me enseñaste a ser un cobarde, ni a esconderme para salvar mi vida! 

Oyendo las palabras de su hijo, a Lan WangJi le pareció ver la rebeldía de su alma gemela cuando se fue a defender a los Wen. Él también había hecho lo mismo cuando decidió no volver a GusuLan. SiZhui era igual a ellos.

—Tienes razón. Yo tampoco soy un cobarde, y soy el líder de WeiLan. Nos quedaremos aquí, y la defenderemos.

—¡Sí, padre!  

Negro sobre blanco (Mo Dao Zu Shi)Where stories live. Discover now