Capítulo 42- Revelaciones

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Wuxian no podía moverse mucho, pero igual estaba furioso porque Lan WangJi lo había dejado encerrado en la habitación de invitados. El líder de WeiLan se había ido para elaborar una estrategia de defensa con su hijo y Wen Ning. 

Wuxian se revolvió en la cama: a su lado tenía a SuiBian y la flauta de jade, para defenderse o pedir ayuda. No quería estar inactivo: aunque estuviera herido y demasiado débil, sus talismanes podían ayudar en la lucha. Pero Lan Zhan lo había encerrado utilizando un hechizo muy poderoso.

—¡¿Hay alguien ahí afuera?! ¡Alguien que me abra, por favor! ¡No puedo estar aquí! —gritó, pero nadie respondió a su llamado. Se levantó con cuidado, y después de que pudo superar el mareo y la debilidad de sus piernas, lanzó uno de sus talismanes sobre la puerta cerrada, que se abrió al instante.  Por suerte, sus hechizos eran superiores a los de Lan Zhan.

Afuera todo era un caos: el patio principal de la residencia era el escenario de una lucha feroz, en la que el hanfu negro de Lan Zhan y los grises de SiZhui y Wen Ning apenas se veían entre el mar de túnicas doradas y de color lila que los rodeaban. 

—¡Por Dios! ¡Los tres están solos y luchando contra todos! —Con un ademán rápido, Wei Wuxian tomó de entre sus ropas varios talismanes, y los lanzó hacia el grupo que luchaba. Se escucharon varias explosiones, y unos cuantos enemigos cayeron al suelo, aturdidos.

—¡Wei Ying! ¡¡Regresa!! —El alarmado grito de Lan WangJi, que lo vio tambalear y  sostenerse de una columna mientras lanzaba los talismanes explosivos, atrajo la atención de Jiang Cheng, que también luchaba contra unos pocos cultivadores de WeiLan, que aún resistían la fuerza del ataque combinado del látigo Zidian y de Sandu, su espada.

—¡Wei Wuxian! —El líder de Jummeng Jiang se sacó de encima a sus rivales, y se dirigió directo hacia ese hombre que deseaba exterminar de una vez y para siempre. WangJi no podía ir a ayudarlo: él y su hijo estaban rodeados de cultivadores que los atacaban. 

Wen Ning lanzó un grito y soltó su energía oscura: todos los que lo atacaban cayeron lejos, y quedó libre para correr hacia Wei Wuxian. 

Los enemigos parecían multiplicarse alrededor de Lan WangJi, por más que  Bichen esparcía la muerte entre ellos. Cuando pudo volver a mirar en la dirección en donde estaba Wei Ying, lo vio tirado en el suelo, inconsciente y protegido por el cuerpo de Wen Ning, que con SuiBian en su mano, retaba a Jiang Cheng a que la desenfundara, a los gritos.

«¿Por qué hace eso?», pensó, confundido. Cuando por fin el último de sus enemigos cayó al suelo, corrió a tomar en brazos a Wei Wuxian, a tiempo para cubrirlo de unos de los latigazos de Zidian, que ya había tirado lejos a Wen Ning. Cuando se encogió esperando el golpe, el General Fantasma volvió a interponerse.

—¡Vete de aquí, maldito! ¡Tú no me interesas! ¡Solo quiero a Wei Wuxian! —gritó el líder de Jummeng Jiang. 

—¡Toma la espada! ¡¡Desenfúndala, Jiang Cheng!! —El grito de Wen Ning provocaba miedo: parecía que se había transformado en un ser malévolo, hecho de pura energía oscura. Con sus ojos llenos de ira, volvió a sujetar a SuiBian delante de él—. ¡¡Toma la espada, te dije!!

—¡¿Y qué hay si la tomo?! —Seguro de que no iba a pasar nada, Jiang Cheng tomó a SuiBian por la empuñadura y tiró de ella. Pero para su sorpresa y el asombro de Lan WangJi, la espada se desenvainó con facilidad —Pero…, ¿qué…? ¿El sello se rompió?

—¡No, el sello no se rompió! —exclamó Wen Ning—. ¡Aún responde solo a Wei Wuxian!

Lan WangJi miró a su alma gemela, que estaba sin sentido: un pequeño hilo de sangre salía de su nariz.

—Pero… ¿Por qué pude…? —preguntó Jiang Cheng, confundido.

—¡Porque te reconoció como a su dueño! —le respondió Wen Ning, con furia.

Un horrible presentimiento cruzó el alma de Lan WangJi.

—¡Estás mintiendo! —volvió a gritar Jiang Cheng, con los ojos desorbitados por el miedo—. ¡¿Cómo puede reconocerme la espada de Wei Wuxian?!

—¡¡Porque tienes en tu cuerpo su núcleo dorado!! ¡Él se lo quitó para dártelo!

Ya no había nada más que decir: mientras Jiang Cheng se negaba a creer en lo que Wen Ning le decía, y recibía a cambio las pruebas de que Wen Qin, la mejor doctora de la secta Wen, había hecho el procedimiento de quitar el núcleo dorado de su alma gemela para dárselo a ese maldito que tanto deseaba su muerte, Lan WangJi no pudo contener las lágrimas. 

                          ***

Unas horas después, WeiLan estaba en calma: en el medio de la lucha, Jiang Cheng, enloquecido, se había ido de WeiLan. Después de llevarse a SuiBian para tratar de probar que lo que le había dicho el General Fantasma era mentira, y que su núcleo dorado, perdido tras el ataque de uno de los subordinados de Wen RuoHan, había sido restaurado y que no portaba el del hombre que más odiaba en el mundo, había abandonado la batalla. Todos sus cultivadores, confundidos por su actitud, habían optado por seguirlo, y los de la secta Jin se quedaron solos. Por fin la gente de WeiLan y QinGhe Nie, que había visto sus tropas reforzadas por la llegada de más gente enviada por Nie Huaisang, pudieron repelerlos. 

Wei Wuxian yacía de nuevo en su cama, pero aún no había despertado.

—Lan WangJi… —El General Fantasma era otra vez el chico tímido de siempre—, no le digas a Wei Wuxian que revelé lo de su núcleo dorado. Él no quería que nadie lo supiera.

El líder de WeiLan le hizo un gesto afirmativo, sin quitar la mirada de su alma gemela. Ahora entendía todo: sus razones para abandonar a SuiBian por Chenqing, su obsesión por el cultivo demoníaco, y el cambio en su personalidad, que lo había llevado a la locura y a la muerte.

¿Por qué no había confiado en él? ¿Por qué no se lo había dicho? En ese entonces él era la persona más recta y apegada a las reglas del mundo de la cultivación; era frío, distante y severo.

«Tal vez le provoqué miedo», pensó, abatido. Pero nunca iba a saber los motivos de Wei Ying para ocultarle algo tan terrible. Wen Ning se lo había dicho bien claro: él jamás debía decirle que sabía que era un ser tan generoso, que había sido capaz de deshacerse de su posesión más preciada para ofrecérsela a su hermano de crianza, ese maldito desagradecido.

Negro sobre blanco (Mo Dao Zu Shi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora