8. Rhaenyra

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[•] Pido disculpas si la extensión les resulta demasiado larga. 💕
~•~

Era la quinta noche de calor de su hermano Aegon, la reina Alicent no tardaría en demandar una reunión del Consejo para informar sobre la condición de su hijo.

Rhaenyra estaba segura de que su hermano sería un alfa, la reina Alicent ordenó el desalojo de todo alfa y omega de su torre. Los únicos guardias y maestres que apoyaban al príncipe Aegon con su celo eran betas y chiquillos que aún no presentaban casta. Se podía jurar anticipadamente que la extraña manifestación de la Antigua Valyria aún perduraba en su sangre y en los tiempos, que cada hijo varón de la casa Targaryen seguiría anunciándose como alfa. En la nueva línea de sucesión, el primero en remarcarlo fue su hermano Aemond y ahora, Aegon.

Pronto serían sus hijos.

La princesa suspiró con pesadez al recordarlo, llevó el paño húmedo en la frentecita de su inocente Jacaerys. Su primer y amado hijo fue afectado por el calor de Aegon, que no comió ni durmió como acostumbraba. En estos cinco días, su cachorro dejó de ser ese castaño risueño que las nodrizas adoraban consentir y jugar con él. Porque se la pasaba gritando, llorando y asustando a las nodrizas cuando tiraba sus juguetes. Se portaba como un dragón enjaulado apunto de estallar, que solo conseguían cansarlo con la leche de amapola que ella misma le daba.

No esperaba que su primogénito se presentara, era prematuro de imaginarlo. Pero tal vez no suponer que mantendría la tradición, que se presentaría como un alfa. Había olvidado esa enorme posibilidad cuando aceptó la promesa de matrimonio de sus hijos, por lo que no debía extrañarse cuando la reina Alicent excuse a sus hijos con la fatalidad de unir a alfas Targaryen. Porque ciertamente se les estaba imposibilitando la oportunidad de tener hijos, de mantener la descendencia.

Por su mente, aparecían sus recuerdos de cómo fue hostigada por los pretendientes de otras casas ricas. Tanto sus hermanos e hijos, sufrirían de lo mismo.

Sus corazones, el dolor que atravesarían si llegasen a amarse y tener que obligarse a fijarse en otros para procrear, le hacía vacilar.

—Hay silencio. —La voz de su esposo Laenor resonó con suavidad, su aroma salado provocó una mueca en el rostro dormido de su hijo Jacaerys. Rhaenyra frunció el ceño, a su cachorro jamás le desagradó el aroma de su padre. —. Debo deducir que lograste vencerlo.

—No por mucho, despertará en horas.

Ser Laenor asintió, puso sus manos en el hombro de la princesa y lo apretó. Su tacto era cálido, reconfortante y suficiente para que Rhaenyra se librara de esa enorme y pesada coraza que la convertía en una omega fuerte como imperturbable -invencible.

La princesa se permitió sentirse cansada y abrumada, sus manos temblaron. Se aferró a la cuna de su hijo, dejó que el aroma fresco y salado de su esposo se impusiera. Pudo soltar su miedo e inseguridades a través de su propio miedo, mostrarse como la mujer asustadiza que aún se creía. Laenor la acompañaba en silencio como su fiel amigo, como el hombre con el que quizás no compartían un amor de pareja, pero sí el de padres y confidentes. Se apoyaban, se cuidaban y se protegían; respetaban las promesas que se hicieron en los votos matrimoniales. Que sus secretos dejaron de ser de uno, los dos se conocían y sabían cuándo irse o consolarse.

Laenor era consciente de que Rhaenyra lo necesitaba, de lo agobiada y desprotegida podría sentirse. Ser Harwin había sido enviado al muro, escoltando a criminales de alto riesgo con su guardia. Por lo que, lidiar sola con los cambios en Jacaerys la rompería. No le dejaría, siempre le harían falta a sus hijos y a él mismo.

—La reina Alicent ha convocado al Consejo. —Laenor informó, tras asegurarse que Rhaenyra había recuperado sus fuerzas e imperturbabilidad. —. El celo de Aegon terminó.

LEGÍTIMO DERECHO [LUCEMOND]Where stories live. Discover now