26. Lucerys

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Se escuchó un profundo suspiro, la princesa Rhaenys alzó su cabeza y una sonrisa se le escapó. Las lágrimas se acumulaban en sus ojos violetas, su esposo había vencido al Extraño. Lord Corlys se alejó del pesado sueño de la muerte para encontrarse nuevamente con dos hermosos rostros: el de su amada esposa junto con su nieto. Estiró sus manos para ellos, la princesa Rhaenys no pudo corresponderle ante la incredulidad de ese milagro. Su nieto lo hizo por ambos, el príncipe Lucerys tomó las manos de Lord Corlys y las entrelazó con las de él.

El alfa volvió a suspirar, la presencia de su nieto frente a él se asemejaba a las de los ángeles -a esas criaturas celestiales que servía a Los Siete para llevarse a quienes actuaron con honestidad y nobleza. Porque su belleza era suave y delicada, la calidez con la que envolvía sus manos se expendía en todo su ser, colmándole de esa vitalidad y gracia que rodeaba al príncipe Lucerys. Era precioso, una maravilla que llenaba de orgullo a su casa.

Esos rizos castaños desordenados brillaban junto con esa mirada verdosa -la misma que era adornada con finas líneas por debajo de los ojos, esas mejillas sonrojadas que evidenciaban su candidez eran marcadas por dos hoyuelos al sonreír, y esa nariz respingada e igual de sonrojada. El príncipe Lucerys iluminaba la habitación de Lord Corlys con su alivio y su alegría. Que los hinchados y rojos que sus ojos pudieran estar no le opacaba, su aroma a lavanda con jazmines les traía la frescura de la primavera.

—He escuchado relatos sobre la belleza que trae la muerte, miles de hombres se sacrificaron por descubrir la certeza de esos relatos. —Lord Corlys hizo una pausa, el príncipe Lucerys ensanchó más su sonrisa. El señor de las mareas no solo despertó, sino hablaba. Había vencido al Extraño, de sus más grandes hazañas. —. Unos tontos a mí juicio, pues han ignorado que no hay mayor belleza de la que nuestros ojos pueden contemplar y de la que nuestros corazones pueden sentir.

El príncipe Lucerys se acercó más a su abuelo, notó que la palidez de su cuerpo había desaparecido. Poco a poco, recuperaba su vigor, esa fuerza innata que lo conducía a mar adentro para enfrentarse a las olas más salvajes, esas que son capaces de hundir grandes embarcaciones. El corazón del príncipe Lucerys se hinchó de felicidad, y de una confusa tranquilidad al saber que no vestiría de negro -que Lord Corlys no iba a dejarlos.

—Y esa es vuestra belleza, Lucerys. —Lord Corlys susurró orgulloso, el príncipe Lucerys no se contuvo más y se abalanzó contra su abuelo. Lo envolvió en un fuerte abrazo, sus lágrimas recorrieron sus mejillas y el aroma salado de Lord Corlys bastó para que se sintiera plenamente seguro.

Su hazaña había servido, pudo salvar a su abuelo de las garras del Extraño. El príncipe Lucerys no se arrepentía, su padre Daemon le había enseñado lo valioso que era proteger a la familia, lo aguerrido que debía portarse. Se lo agradecería siempre, pues fueron esas lecciones que avivaron la llama en su corazón y lo rebalsaron de valentía para montar a Arrax e irse a pelear por Lord Corlys. Los riesgos no lo inmutaron, su deseo por proteger y regresar con su abuelo vivo fue mayor.

—No vuelva a abandonarnos, mi Lord. —El príncipe Lucerys demandó, tras separarse de su abuelo. Lord Corlys asintió y la princesa Rhaenys observó la escena con nostalgia. Podía divisar a su hijo Laenor en Lucerys, recordar esos días en los que Laenor desafiaba sus propias órdenes para acompañar a su padre en las campañas. Ambos tenían ese mismo coraje, determinación y admiración por Lord Corlys.

El señor de Driftmark era afortunado, la princesa Rhaenys finalmente sonrió. —Escucha a nuestro nieto, esposo. O temo que la furia de Rhaenyra y Daemon nos alcanzará por enviar a Lucerys a tu rescate.

La serpiente marina sonrió, el príncipe Lucerys había secado sus lágrimas. El alfa no podía dar crédito a sus recuerdos, a cómo su nieto llegó en los lomos de Arrax junto con su ejército. La fiereza que demostró se igualaba a su belleza, fue mortal y encantador. Sus hombres dieron su vida complacidos por la causa de Lucerys, los había liderado con justicia y nobleza. Él salió de Peldaños de Piedra sujetado por su nieto Lucerys, por ese omega prime que había quemado a la flota de la Triarquía con la ayuda de una recién llegada Rhaena.

LEGÍTIMO DERECHO [LUCEMOND]Where stories live. Discover now