23. Rhaenyra

4.5K 672 125
                                    

El aroma de la princesa Rhaenyra se volvió más picoso y asfixiante, su intensa mirada violeta y la forma brusca en que sus dedos golpeaban la mesa evidenciaron su hartazgo. La improvisada corte del rey Viserys I se sentía intimidada por el dominio de la heredera al trono, que el rey Viserys I tuvo que coger la mano de su hija para intentar calmarla. Fue en vano, la princesa Rhaenyra no apartó su filosa atención de Otto Hightower. El reflejo en sus ojos podría delatar sus terribles pensamientos, esos que se centraban en tener la cabeza de Otto Hightower puesta en una lanza. No era propio de ella contar con esos deseos, lo reconocía. Siempre procuró ser una mujer justa con sus opositores, evitar cegarse por sus emociones. Sin embargo, el recordatorio de los corazones rotos de sus hijos y de sus hermanos se lo impedía.

No podían simplemente esperar que la princesa Rhaenyra mantuviera el mismo respeto por sus límites y principios, no cuando ese respeto le hizo perder ante Otto Hightower. El alfa fue más ruin, supo encaminar su ambición y lograr que se sobrepusiera -por causa de su honorabilidad. La heredera al trono se esforzó para proteger a los suyos ante golpes directos, jamás ante artimañas planeadas desde las sombras. Ese juego no lo conocía, quizás también por su entorno. Ya no era relevante, acaba de perder completamente a sus hermanos. Ni su padre o ella podrían rehusarse, Lord Corlys amenazó con levantarse en rebelión si su sangre seguía comprometida con los príncipes Targaryen.

La casa Targaryen no podía perder la flota Velaryon, el rey Viserys I y la princesa Rhaenyra eran consciente de ello. Una guerra entre las casas más antiguas de los Siete Reinos solo terminaría debilitándolos, por lo que se decretó la disolución de los compromisos de los príncipes Jacaerys y Lucerys. La heredera al trono pudo jurar haber encontrado una ráfaga de felicidad en el rostro de Otto Hightower cuando el rey Viserys I firmó ese decreto regio. Que el alfa debería agradecer a los acomedidos de la Corte por estar presentes; de lo contrario, la princesa Rhaennyra lo hubiera empujado del ventanal.

El rey Viserys I suspiró pesadamente, acarició la mano de su hija con tristeza. —Supongo que no volveremos en la misma embarcación, ¿cierto?

—Me temo que no, padre. —La princesa Rhaenyra respondió a las caricias del rey Viserys I con una sonrisa a medias. Solo estaban los dos en el salón, Otto y el resto de la Corte se despidió tras recibir el decreto regio. —. Usted tomará dirección a King's Landing, y yo a DragonStone.

La decisión de irse a DragonStone la tomó en la mañana que encontró a sus hijos sentados en la puerta de la habitación de Aemond. El pequeño Lucerys convenció a Jacaerys de llevarlo con Aemond, de acompañarlo a esperar hora tras hora, de mantener fresca esa bolsita con moras. Su corazón se rompió cuando se enteró que la puerta nunca se abrió, cuando tuvo que ir personalmente a recoger a sus hijos porque ni Aegon o el travieso Daeron fueron a verlos.

Fue esa mañana que lo entendió, no podían volver a King's Landing. Tanto sus hijos como los de la reina Alicent, saldrían lastimados si se les forzaba a seguir juntos.

—Así debe ser. —El rey Viserys asintió en el intento de resignarse. Su mente le advertía que su regreso sería triste, que el castillo no volvería a teñirse de esos colores.

La princesa Rhaenyra se disculpó con su padre, la mirada llena de dolor en el regente caló en su corazón. Se acostumbró a verlo sonreír, a que su padre tuviera ese brillo de esperanza de que su familia sería ajena a la ambición del trono. Que dolía enormemente cargar con su desilusión, la heredera al trono se sentía al borde del colapso. Una parte de ella aún se negaba a asimilar la ruptura de su familia, mientras que otra le reprochaba ser la única responsable. Porque se acostumbró a que el rey Viserys I la excusara, a que las consecuencias -buenas o malas- de sus decisiones no le alcanzaran.

La mayor parte de su enojo era contra ella, se confió por ser la hija del rey Viserys I y la futura reina de Westeros. Nunca debió bajar la guardia, permitir que Otto Hightower regresara a la Corte y como Mano del Rey. La heredera al trono no estaba al mismo nivel que Otto Hightower, y tristemente no podría deshacerse de él. Otto Hightower armó su historia, la dejó como la villana que solo él puede contener. Atacarlo directamente solo le serviría para convencer a la reina Alicent y sus príncipes del supuesto desafío que representan para su ascenso, no podía enfrentarlo.

LEGÍTIMO DERECHO [LUCEMOND]Where stories live. Discover now