19. Aemond

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La noticia de la muerte de Laena Velaryon repercutió en los hijos de su hermano Laenor, los príncipes Velaryon no se excusaron de no haber conocido a su tía Laena para acompañar a su padre en el duelo. Tanto Lucerys como Jacaerys y Joffrey, se soltaron de sus prometidos para ir con su padre. Ellos hacían vigías en la puerta de la habitación de Laenor, aprovechan los momentos en que Qarl salía para entrar y encargarse de abrazar a su padre. No soltaron sus manos, ni permitieron que se derrumbara solo. En el viaje a Driftmark, los tres hijos de Rhaenyra se mantuvieron al lado de Laenor, cuidando que sus lágrimas fueran reemplazadas por abrazos y besos.

El que aportaba mayor apoyo era Lucerys, por su dulce y eclipsante aroma. La combinación de lavanda y jazmines traían a la cabeza de Laenor sus mejores días con Laena, ambos pequeños corriendo por los pasillos de Red Keep o perdiéndose en las embarcaciones de sus padres. Mientras que, Jacaerys y Joffrey se encargaban de soporte con sus sonrisas y gestos inocentes. El corazón le brindaba tregua a Laenor, podía descansar por las noches con sus hijos rodeándolo. Que la adoración de los niños por su padre llegó hasta los oídos de los señores de Driftmark, la princesa Rhaenys y Lord Corlys recibieron a sus nietos con cierta gratitud por la lealtad a Laenor.

—Soy afortunado de tenerlos. —Laenor le susurró antes de derrumbarse frente a su madre Rhaenys. Los tres hijos de Laenor no se apartaron de él, no hasta que la propia Rhaenyra les aseguró que esta noche estaría bien si lo dejaban solo.

Fue entonces que el pequeño Lucerys se aventuró a ir hasta la habitación que se le designó al príncipe Aemond, sus doncellas sirvieron de guardia a su travesía no autorizada por la heredera al trono. Las mujeres cargaban sus dagas y antorchas, entendían el riesgo que corrían al perderse en el castillo de Driftmark. Su dulce príncipe Velaryon se tornó el centro de atención de los isleños, se asombraron de que sus rasgos sean distintos a los de Los Targaryen y de Los Velaryon y que, a pesar de ello, resultara tan hipnotizante como los de sus hermanos. Sin embargo, el aroma del pequeño Lucerys terminó por embriagarlos, por diferenciarse de Jacaerys y Joffrey. Lo que causó mayor revuelo y alarma, las doncellas estaban dispuestas a morir por el pequeño Lucerys de presentarse algún alfa o beta que quisiera atacarlo.

El destino favoreció al pequeño Lucerys, los betas con los que se encontraron supieron controlarse y mantener su distancia. Se sabía que era nieto de Lord Corlys, que sería el futuro señor de las mareas y que estaba prometido al príncipe Aemond -un alfa prime que había reclamado su dominio junto con su hermano. La advertencia fue clara, solo los incautos de baja cuna podrían anhelar enfrentarse a la sangre del dragón por sucumbir a sus instintos. Así que, el pequeño Lucerys consiguió arribar a la habitación de Aemond, ser anunciado por uno de los guardias del rey Viserys I y poder correr hasta los brazos de su platinado.

El lobezno de Aemond saltó de alegría, volvía a tener al pequeño que reclamaba como su omega. Que el mismo príncipe Aemond no tardó en hundir su nariz en los rulitos de Lucerys, en percibir ese aroma tan refrescante y dulce que hipnotizaba a los isleños de Driftmark. Su corazón empezó a latir rápido, sus ojos se cerraron y sus manos se aferraron al pequeño Lucerys. Lo había extrañado tanto, que controlar a su lobezno era un logro para aplaudir. Pues éste le exigía quitárselo a Laenor, tener sus sonrisas y miradas para él, su dulce aroma mezclándose con el suyo. Y no lo culpaba, compartía el mismo sentir -el mismo miedo de no tener la atención de Lucerys, que conociera en este isla a otro alfa o beta que lo cautivara.

Aemond padeció una tortura, el pequeño Lucerys lo presentía porque experimentó lo mismo. Sus días y noches estaban marcadas por la presencia de Aemond en ellas, por las sonrisas sutiles que le robaba, por los momentos fugaces en los que se tomaban de la mano para luego apartarse sonrojados, por la calidez de ser escuchado y acompañado por el otro. Que el vacío causó esa necesidad de arriesgarse y encontrarse con Aemond.

LEGÍTIMO DERECHO [LUCEMOND]Where stories live. Discover now