Capítulo 2

24 5 3
                                    

Hazel

«¡Creo que encontré trabajo! Empiezo ahora, cuando termine te aviso.

xo»

-Paige.

Bien, al menos una de nosotras va por buen camino. Suspiro pesadamente, porque llevo bastantes minutos caminando y sin resultado alguno.

Me habría gustado que las cosas fueran diferentes. En estos momentos deberíamos estar buscando la pensión más cercana a nuestra universidad. Yo sería la más exigente y Paige estaría diciéndome que no exagere. Mamá sería mucho más exigente que yo, por lo que me habría obligado a aceptar que viniera con nosotras. Pero mamá ya no está y la idea de la universidad parece muy lejana ahora.

Me siento en una pileta. Por más que pienso en qué puedo ser buena no se me ocurre. Quizá sea porque no creo tener un fuerte. Quizá pueda encontrar un local de comida rápida, ahí no tienen muchas expectativas con los empleados, ¿verdad?

A lo lejos diviso un San Bernardo. Vaya, cuando pequeña siempre quise uno, pero a mamá le aterraba de que una "cosa tan gigante" pudiera dañarme, ya que cualquier golpe podía hacerme quebrar un hueso. Sonrío cuando veo que me mira. Se ve realmente hermoso. De repente veo que la dueña lo suelta para que camine por el parque, pero sus ojos siguen puestos en mí.

Oh, no.

El San Bernardo comienza a correr y cada vez agarra más velocidad hasta que llega a mí y sin mayor aviso se abalanza con sus enormes patas sobre mi pecho. Sin poder evitarlo, caigo dentro de la pileta. Aunque no el chapuzón no dura mucho, una mano tira de mí y me saca.

—¡Lo siento mucho! —dice la chica con una cara de pena horrible—. Debes haberle gustado mucho, es que es muy cariñoso.

—Lo noté. —digo sintiendo como toda mi ropa gotea.

Que mal que hayamos decidido empezar de cero, porque en casa solo tengo un cambio y un pijama. ¿Creen que el pijama de Kim Possible dé una buena impresión en una entrevista de trabajo?

Sí, Eso pensé yo.

—Nos vamos, ven, Doki, has sido muy rudo. —escucho que dice la chica mientras se aleja con Doki, quien ha vuelto a tener la correa en su cuello.

De Doki no tiene nada. Ese no era un cachorrito, este era... el que arruinó mi búsqueda de trabajo.

Pero bueno, no todo es malo. Al menos ahora me siento totalmente refrescada, aunque un poco expuesta.

La ropa no se tarda en secar, gracias al calor del verano por eso. Lo lamento, Doki, no quise culparte, en realidad me diste un relajo antes de seguir con mi arduo trabajo. Camino por las calles cuando diviso un centro comercial. Si hay un lugar donde tienes más posibilidades de encontrar trabajo es en un Mall, ¿verdad?

Me permito curiosear un momento, porque soy demasiado curiosa como para resistirme. En el tercer piso hay una tienda de música a la que no dudo entrar. Cuando lo hago suena una campanita. Se sentiría bien trabajar aquí.

No parece haber nadie, así que subo unas escaleritas que me llevan a un mini segundo piso. Todo es tan pequeño, aunque lo suficientemente grande como para que yo pueda mantenerme de pie. Mis ojos se van con rapidez hacia el piano que se encuentra unos pasos más allá.

—¿Sí?

Quito mis manos con rapidez del piano. Sí, no me tomó ni un solo segundo dejar que mi curiosidad se apoderara de mi razonamiento. Me giro un poco avergonzada. El chico se mantiene con cara de pocos amigos, como si me hubiese pillado robando.

RêvasserieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora