Capítulo 30

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«Todavía tengo pesadillas cada semana sobre ese viernes de mayo... »
The Grudge - Olivia Rodrigo

Hazel

Observo la casa en cuanto llegamos. Es sencilla, pequeña. Jamás habría pensado que este sería el estilo y eso que muchas veces lo imaginé. La entrada es discreta, no hay mucho, pero en cuanto entro me siento envuelta en su energía.

Las paredes son blancas y el piso oscuro. Cada parte del lugar parece estar tan bien pensado. Calza con él. Hay uno que otro cuadro colgando de las paredes. Son pinturas. Ninguna foto. Camino dejándome guiar por mi instinto. Sin tener un destino en mente. Solo esperando a sorprenderme. Y lo hago.

Huele de maravilla. A bosque. A plantas. Árboles. Lluvia... Pero también...

Es lavanda. Me encanta la lavanda. No va para nada con su estilo, pero de igual forma tiene sentido para mí.

Sigo caminando mientras siento el deseo de tocar las paredes y lo hago. Camino rosando con la yema de mis dedos. No son lisas, no todas. Llego a la cocina y el olor a café se introduce por mis fosas nasales y aspiro cerrando los ojos.

—Beber café es lo primero que hago al llegar a casa. —me informa con delicadeza y algo de inocencia. No puedo evitar acercarme a la cafetera y sentir el olor de cerca—. ¿Quieres un poco?

No sé por qué lo hago, pero asiento.

Me doy un impulso y me siento en la encimera. Nada de lo que hago es premeditado o procesado, solo lo hago. Siento el frío del mármol acoger mis manos y produce un escalofrío en mí. Se siente bien.

Alessio ubica dos tazas en la isla que luce su hermosa cocina y arrastra una silla para mí. Me tomo mi tiempo en bajar y caminar hacia allí. Por alguna extraña razón no me quiero quedar quieta.

Alessio ha sido muy amable en no preguntar o decir nada relacionado al tema. Luego de mi confesión volvimos a quedar en silencio por algunos minutos más, tampoco tengo la noción de cuánto. Lo próximo que supe fue que volvimos a estar en movimiento y terminamos aquí. La que podría ser la casa del chico misterioso.

Observo el café con curiosidad. Jamás he probado. No sé cómo debería saber. Recuerdo siempre disfrutar su olor cuando visitaba a amigas. Mamá decía que era una sustancia tóxica que podía nublar la mente. Yo solía pensar... ¿Cómo algo que huele extremadamente bien puede ser tan malo? A pesar de lo tentada que estuve, jamás lo probé. Porque mamá tenía la razón. Siempre.

—Gracias por no dejarme allí. —suelto de repente sin mirar a Alessio. Puede que él no lo sepa, pero esas palabras significan mucho. Más después de lo que pudo o no haber presenciado.

Vuelvo a acercarme el café y huelo cerrando los ojos. Por muchos años imaginé a qué sabría. Siempre quise que fuera a cacao.

—¿No te gusta el café?

La voz de Alessio vuelve a hacerse presente.

—Nunca lo probé. —suelto con simpleza—. Mamá era budista... decía que era tóxico y malo para la mente.

—Vaya, lo siento. No sabía. Puedo prepararte té...

—No, está bien. Siempre quise probarlo. —lo detengo con suavidad—. También creía que todos mis problemas de salud se debían a las pantallas electrónicas.

Escucho una leve risita. Lo que me hace volver a observarlo. Tiene las comisuras de los labios levemente levantadas, pero no me mira. No puedo evitar en sentir curiosidad por la persona que Alessio es.

—Escapé de casa. —reconozco sin dejar de mirarlo. Atenta a su reacción, pero solo obtengo sus ojos a cambio. Apacibles. Como si nada los alterara—. ¿No has sentido la necesidad de salir de un lugar? Escapar de una realidad. Encontrar la tuya.

RêvasserieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora