PRIMER RACCONTO

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35 DÍAS ATRÁS

Cuando llegué a casa me noté a Grace sacando una caja. Me pareció extraño, pero antes de que pudiera decir nada, ella se percató de mi presencia. Sus ojos me miraron suplicantes y sin más soltó la caja para poder correr a abrazarme.

¡No me quiero ir! Nicole vive aquí y somos mejores amigas. Debes hacer algo.

Ella lloraba mientras se abrazaba de mis piernas

«¿Nos vamos?» Esa fue la primera pregunta que rondó mi cabeza ¿Por qué yo no estaba enterada de eso? Recordé, entonces, que había dejado mi teléfono en la habitación con el objetivo de no ser molestada por nadie mientras estuviera con mi mejor amiga. En ese momento era la única respuesta que tuvo sentido.

Alejé a Grace de mí con delicadeza para agacharme a su altura y mirar esos inmensos ojos suplicantes que lloraban. Eran igual que los de mamá, electrificantes.

Hablaré con papá.

Caminé hacia la habitación de mis padres. Mientras pasaba por los corredores de la casa y las diferentes habitaciones noté que la casa no estaba vacía. Todo seguía igual como cuando salí. No alcancé a llegar a mi destino cuando me topé con la persona que buscaba.

Papá, ¿qué sucede?

Mi pregunta pareció sorprenderlo y desorientarlo, porque tardó varios minutos en acomodarse los lentes y procesar para poder dar una respuesta. Su largo silencio me asustó. ¿Realmente nos iríamos? No quería dejar a mi mejor amiga. No cuando más me necesitaba.

Nos iremos...

¿Nos iremos? —pregunté sintiendo la desesperación correr en mi cuerpo—. ¡Pero si ella es el problema! ¿Por qué debemos pagarlo todos? Que ella sea la que se vaya, ¿no?

Grace y yo nos iremos.

Sus palabras me dejaron en silencio y toda la rabieta que comenzaba a hacer quedó suspendida. Lo miré buscando un indicio de algo, pero nada él parecía extraño. Su voz sonaba tranquila.

¿Solo se llevaba a Grace? ¿Por qué a mí no? Era extraño, porque intentaba buscar algún recuerdo de algo que hubiera hecho yo para que me dejara fuera. Entonces me observé en el espejo que colgaba en la pared del frente y me estremecí ¿Era por lo mucho que me parezco a mamá? ¿Me estaba castigando por lucir como ella?

Lo siento, cariño. —me dijo con una mirada que reflejaba simpatía, pero seguía sin tener sentido—. Eres una gran chica.

Lo miré confundida ¿Si era una buena chica por qué de repente parecía estar castigándome? Mis ojos se empezaron a sentir más húmedos de lo normal y no podría estar segura de en qué momento comenzó todo. Nunca he sido una chica que suele llorar, pero notaría si pasara, ¿no?

¿Entonces por qué me abandonas?

La pregunta escapó de mis labios con un tono de lástima. Sus ojos se ablandaron, incluso hizo un intento de acercarse a mí, pero no lo hizo. Dio un paso atrás y cerró los ojos con pesar.

No eres mi responsabilidad.

La frase se sintió como una punzada en mi pecho. Sí, era cierto, soy mayor de edad, pero eso no significaba que dejara de necesitarlos. Comenzaba a dolerme la cabeza con tantas preguntas que se avecinaban y tantos acontecimientos que me descolocaban.

«¿Acaso estoy en la película Juego de gemelas?» «¿Ellos hicieron un trato y mamá se quedaría conmigo?» Fueron una de las pocas cosas que recuerdo haber pensado. Aunque eso era imposible, sabía que ella me odiaba. Sería capaz de regalar la custodia de ambas con tal de no quedarse conmigo.

RêvasserieWhere stories live. Discover now