Capítulo 5

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Paige

Estoy sentada esperando a Joseph cuando lo veo llegar. La biblioteca no se abre hasta que llega él, me había explicado el conserje. Lo cual era obvio, pero igual quise preguntar.

Joseph se acomoda los anteojos cuando se acerca a mí y me mira confundido, pero no dice nada. Yo solo le sonrío encantada de que al fin haya llegado. Ya fantaseaba con los libros que hojearía hoy.

—¿A qué hora llegaste? —pregunta Joseph abriendo la puerta con su llave.

—Mhmm... digamos que a tiempo.

Era mentira. Yo lo sabía, Joseph lo sabía. Había llegado más que a tiempo. Si bien Joseph me había dicho que, por ser vacaciones todavía, abría a las nueve de la mañana. Yo llegué a las ocho. Puede que un poco antes de las ocho.

Está bien, puede que haya sido mucho antes de las ocho.

Estoy a punto de introducirme en la biblioteca cuando Joseph me detiene. Lo miro confundida mientras se acomoda los anteojos que se le han bajado por el puente de la nariz al detenerme. Se mueve hacia un aparato que está en la pared. Por supuesto. Alarma de seguridad.

Cuando Joseph asiente hacia mí sé que puedo entrar y no me demoro en hacerlo. ¿Es que acaso hay un trabajo más perfecto que este? Entonces recuerdo a Hazel. Le di mis leggins de la suerte. Espero que haya conseguido ese trabajo.

—Lo primero que hacemos en la mañana es ordenar los libros que se nos pasaron el día anterior. —me explica Joseph invitándome a unirme a él detrás del mesón—. Yo reviso los libros que deben ser entregados y si debemos llamar, lo hacemos.

Por unos segundos me dejo fantasear como universitaria. Estoy segura de que yo sería una de esas que no devuelven los libros. No soy ladrona, pero si muy olvidadiza. Leer un libro en el tiempo acordado no sería problema para mí. Soy rápida leyendo. Pero, de nuevo, mi noción del tiempo no es mi mejor cualidad.

—Generalmente abrimos a las ocho de la mañana, pero pido que lleguen a las siete, por lo mismo que te he comentado. Me gusta que esté ordenado. —sigue hablando mientras veo que toma unos libros que están en el mesón—. Puede que haya libros aquí que hayan sido solicitados, pero si siguen aquí al día siguiente... vuelven al estante.

¿Cómo alguien podría olvidar que hay libros esperándolo en la biblioteca?

—Limpiamos antes de abrir para los estudiantes. —me explica y hasta ahora me doy cuenta de que me está nombrando cosas que debo recordar. Demonios—. De vez en cuando, si es muy necesario, pasamos limpiando los estantes. Áreas que no estén siendo ocupadas, pero casi nunca lo hacemos.

—¿De cuántas personas estamos hablando? —pregunto confundida. Desde que ha empezado a hablar, habla en plural, como si fueran muchas personas, pero hasta el momento... soy solo yo.

—Generalmente soy yo y dos estudiantes más. —responde él mientras hace que avancemos hacia el lugar de procedencia de esos libros—. Este año me prometí que no aceptaría a estudiantes. Solo vienen a holgazanear y lo único que les importa es que cuando salgan de la universidad diga en las actividades extracurriculares "Horas extras en la biblioteca".

Entorna los ojos, lo que me hace reír bajito. Tomo los libros de sus manos y continúo yo. Joseph parece sorprendido, pero no tarda en volver a desaparecer. No quiero ser de esos estudiantes de los que habla. Aunque no tendría posibilidad. No soy estudiante.

—¿Se puede, sr. Haward?

Por inercia vuelvo a la entrada para ver de quien se trata y veo al chico de cabello castaño que conocí el primer día. No avanzo más y me aseguro de estar fuera de vista, porque no sé si se puede la verdad. Joseph no me ha explicado los horarios de verano.

RêvasserieOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz