Capítulo 1

278 23 10
                                    

El bosque estaba igual de hermoso que siempre, lleno de vida y con una suave brisa que lo hacía fresco. Un lugar ideal para observar la belleza de la naturaleza.

Un moreno de ojos grises caminaba sin prisa por éste. Amaba que el viento le diese suavemente en la cara, le recordaba a su juventud cuando corría en la noche al aire libre. Ató con una liga sus pelos rebeldes que caían por su cara y continuó su marcha.

Pronto, una sonrisa se dibujo en su rostro al divisar el hermoso lago al que siempre iba a pescar.

Con movimientos casi mecánicos, dejo un cubo en el suelo y puso la carnada en el gancho de la caña. Después de lanzarlo decidió sentarse en el suelo a esperar. Pescar le daba una paz que no encontraba en ninguna actividad más.

El agua estaba tan tranquila como siempre, era curioso para el pelinegro que haya un lugar tan tranquilo y bello. Pero quién dijo que era seguro.

Mientras esperaba que algo picara, miró al horizonte del lago; siempre se preguntaba cómo es que habían peces si no había una conexión con el mar. A veces veía rastros de sangre, lo que significaba que algún depredador se los comía, sin embargo, siempre había en abundancia.

Un bostezo involuntario salió de su boca, una siestita no sonaba mal, le estaba dando sueño y aún faltaba un rato hasta que algo mordiera el anzuelo.

Pero se despertó de golpe al escuchar un chapoteo, miró confundido al agua sin encontrar nada sospechoso. Antes de poder volver a tumbarse escuchó otro sonido igual, cerca de él.

Enseguida se puso alerta, todos sus instintos gritaban que no estaba sólo. Se levantó mientras miraba fijo el agua y agudizaba su oído.

Una cabeza se asomó del agua, los pelos castaños chorreaban agua y unos curiosos y grandes ojos morados lo observaban. El pescador suspiró aliviado.

—¡Karl! Me diste un susto de muerte, no hagas eso, joder.

—Lo siento, Sapnap –dijo con una pequeña risa el chico–. ¿Qué tal? ¿Todo bien en la tierra?

—Sí, supongo. Vine un rato a pescar...ya sabes, despejar la mente y eso –le respondió mientras se sentaba cerca de la orilla para estar más cerca del castaño–. ¿Y tú?, ¿Qué tal el mundo marino?

El ojimorado se zambulló en el agua, dejando ver por unos segundos una hermosa cola de pez violeta. Sapnap negó con la cabeza sabiendo lo que iba a hacer el mayor, para él parecía un crío que todavía no conocía el mundo como es: peligroso y egoísta.

Pasaron cinco minutos y al fin la caña empezó a sacudirse, lo que indicó al pelinegro que algo había picado.

Cuando la sacó, se encontró con un gran pez que se sacudía inútilmente para liberarse del anzuelo en su boca.

–Nada mal, ¿he? –dijo el tritón, volviendo a asomarse mientras miraba sonriente al sorprendido pelinegro.

–¿Fuiste tú? –le preguntó éste, a lo que el castaño asintió–. Gracias, aunque no tenías porqué, yo quería pescar algo solo.

Dejo el pez en el suelo lejos del agua para que no escapara, luego vería como haría para llevarlo a la aldea. Tal vez si tuvo que aceptar la camioneta de su amigo.

–Encontré en el fondo unas conchas, ¿No son preciosas?

Sapnap miró las brillantes conchas que el contrario sostenía en sus manos; no eran tan lindas como el inocente brillo en sus ojos.

Karl siempre le había parecido hermoso, cómo si fuera un ángel con aletas. Su piel se veía suave y sus rosados labios tan apetecibles que quería besarlos. Pero no eran más que buenos amigos, y por más raro que sonase, Karl nunca había tenido intenciones de matarlo o ahogarlo con un encanto.

Dispuesto a todo  [Quacknap]Where stories live. Discover now