Capítulo 8

89 12 9
                                    

Escuchó aullidos acercándose, cada vez estaban más cerca. Nada más procesó lo que Nikki le dijo, Sapnap salió corriendo en dirección al frondoso bosque, y ahora hora, trataba de llegar a su casa antes de que los lobos lo almorzaran.

Frenó bruscamente al ver un lobo aparecer delante suyo, se quedó helado ante los filosos colmillos del can y su hediondo aliento. Dió media vuelta pero también había un lobo detrás, más grande y de pelaje café adornado por un collar que sabía llevaban los lobos que eran el segundo al mando según su jerarquía. El segundo después del Alfa líder.

El humano tragó duro buscando desesperado una salida, pues esta vez no tendría a Nikki para salvarle de nuevo.

Más lobos lo rodearon furiosos, gruñendo e incluso a algunos se les regaba la baba por el hocico. Eso no se veía nada bien para él.

El pelinegro vió un pequeño espacio por el que podría irse corriendo, pero lo despedazarían antes de siquiera dar un paso; quedarse quieto parecía la mejor opción por el momento, o al menos hasta que los grandes animales decidieran romperle el pescuezo. Pero entonces, recordó el anillo de oro en su dedo medio; tal vez sí podía escapar de su destino.

Rápido, se quitó el anillo y lo lanzó lejos, pero lo único que sucedió fue que los lobos gruñeron con más fiereza y se empezaron a acercar a él. Ya estaba hecho, así que Sapnap aprovechó que algunos miraron curiosos el anillo y corrió lo más rápido que pudo, sintiendo la adrenalina fluir por todo su cuerpo.

Está vez cuidó de no tropezarse con ninguna raíz. Los gruñidos se escucharon detrás suyo junto con numerosas pisadas que retumbaban en el suelo y cargaban el ambiente con adrenalina. Por suerte para Sapnap, pudo divisar su casa no muy lejos de donde se encontraba; asomándose como un refugio entre los árboles del fondo.

"No puedo guiarlos allí, entraran e igual me matarán". Y con ese pensamiento, dobló a la derecha y se dirigió a un río que sabía quedaba cerca de la casa.

El río era ancho y su corriente fuerte, si entraba, lo más probable sería que muera arrastrado por la corriente y moriría. Pero que bien Sapnap que tenía una forma para cruzar rápido y a salvo.

Sus piernas le dolían por tanto correr, pero en ningún momento disminuyó la velocidad, al contrario, corrió más rápido impulsado por los gruñidos a sus espaldas. El pelinegro sintió unos dientes rozar su pierna he hizo un gran esfuerzo por no voltear.

Ya estaba casi en el río, buscó desesperado la gran caña que días atrás había dejado para poder cruzar y, cuando la vió, corrió hacia ella.

La cogió con fuerza y saltó, impulsado por sus piernas y se sujetó fuertemente a la caña mientras esta se inclinaba a la otra orilla del río de forma segura. Cuando la caña tocó el suelo casi se parte la cabeza, pero solo tuvo unos raspones nada graves; su corazón estaba a mil por la adrenalina y se preguntó si lo había logrado. Levantó la mirada aún en el suelo para ver a los furiosos lobos gruñendo desde la orilla opuesta, incapaces de cruzar nadando contra la corriente.

–Estoy vivo... -murmuró, casi sin creer en su suerte tan extraña.

Se levantó de un salto, tenía muchas ganas de reírse en la cara de los canes pero lo mejor era huir antes de que hallaran la forma de llegar a él.

Dió toda una vuelta por el borde del bosque, oculto entre plantas altas y hojas, pero al fin logró llegar a su casa sin que nada lo siguiera. Entró con el pulso acelerado y cerró de un portazo. Se detuvo un momento a calmar su respiración irregular y pensó qué podía hacer en esta situación, pero después de unos segundos decidió que esta vez le haría caso a su amiga. Tenía que irse.

Dispuesto a todo  [Quacknap]Where stories live. Discover now