Capítulo 9

88 13 7
                                    

Era de noche y la luna brillaba en lo alto del cielo nocturno, miles de estrellas titilaban en ese gran manto oscuro que lo cubría todo.

Luciérnagas volando hacían ver al bosque mágico y los grillos cantaban una bonita melodía casi sincronizada. El bosque parecía estar celebrando la paz de tan magnífica noche.

Pero, en medio de la fiesta, un pelinegro pasó corriendo a toda prisa, haciendo que los insectos se callaran.

Siguió corriendo, desde que dejo su casa no había parado de hacerlo. Sus jadeos eran sonoros, su respiración superficial y la mochila a su espalda sonaba con cada paso. Tanto así, que un grupo de gatos salvajes que estaban alimentandose se alejaron asustados de su camino.

Sapnap se detuvo ante la pequeña presa que los gatos dejaron atrás y pensó en un plan a toda prisa mientras trataba de recuperar el aire.

Se agachó frente al cadáver del animalito y hundió los dedos en un espeso charco de sangre; no estaba muy caliente, por lo que significaba que ya había muerto hace un tiempo. Cuando sacó los dedos se manchó con la sangre del animal la cara y la ropa, luego cogió tierra y se la echó encima.

"Esto debería ser suficiente para despistarlos", pensó mientras se limpiaba las manos en la ropa y se levantaba.

Se alejó del lugar sin oír nada más que su respiración agitada y la tierra ceder bajo sus pies. No hubo rastro de sus perseguidores.

Ya había recorrido un buen tramo, así que lo mejor sería hallar un buen lugar para descansar y seguir con su búsqueda al salir el sol.

Caminó sigiloso; y aunque estaba aliviado de haber escapado de los lobos y haber tapado su aroma para que no lo encuentren con facilidad, debía seguir siendo cuidadoso, los lobos no eran las únicas criaturas hostiles que habitaban aquel bosque.

Unos minutos después encontró una pequeña cueva formada por rocas apiladas, observó con detenimiento los alrededores para asegurarse que no hubiera nada cerca.

La cueva se veía vacía y no daba señales de haber sido ocupada en mucho tiempo, el lugar perfecto para pasar la noche.

Entró al espacio que prometía descanso; no era muy grande, apenas había espacio para él, su mochila y una fogata pequeña. Pero era lo de menos ese momento.

Ya más seguro, cogió unos palos del suelo y los colocó en triángulo frente a la cueva. Luego, buscó una piedra grande para tapar la entrada y que sea más seguro. Una vez hecho esto, dejo la mochila en el suelo con un suspiro cansado y sacó de ésta un mechero, que usó para prender fuego la madera.

Se sentó con la espalda recargada a las piedras, la noche empezaba a helar y estaba muy cansado, los músculos le dolían mucho y sentía una sed terrible por todo lo corrido.

Su mano se estiró para coger la botella a un lado de su mochila, y se tomó las cuatro gotas que quedaban.

"Debí guardar una botella más grande", se lamentó ya muy tarde.

Exhausto, así era como se sentía. Correr lejos de los filosos dientes lobunos fue bastante aterrador, más cuando el Sol dejo de alumbrar sus pasos y tuvo que depender de sus casi nulos sentidos.

Los sonidos del bosque podían sonar hermosos, pero sabía de los peligros que representaba ser un humano corriente en un lugar así durante la oscuridad de la noche.

El oír la madera quemarse era tranquilizador para Sapnap, miraba acostado a las llamas anaranjadas danzar con gracia y mantenerlo caliente. Recordó ese pequeño periodo de tiempo en el que también se vió obligado a dormir en grietas y cuevas frías como en la que se encontraba, no creyó tener que volver a hacerlo.

Dispuesto a todo  [Quacknap]Where stories live. Discover now