Capítulo 25

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—¡Tío Sapnap!

Drista se levantó del sofá y corrió a la entrada para recibir a los chicos. Sapnap la abrazó con fuerza, recordando lo mucho que extrañó a la pequeña cuando estaba solo en el bosque. Detrás suyo, Dream observaba la escena esperando a que su hermana se fuera para poder terminar de hablar. Antes de venir a la casa del rubio, Sapnap intentó explicarle, pero Dream aún estaba molesto.

—¿Cómo te sientes, Drista? –preguntó el mayor, colocando la mano en la frente de la chica para deducir su temperatura.

—Bien; esta semana he estado mejor, ¿Cuándo me dejarás salir, tonto?

—Cuando dejes de comportarte como una mocosa malcriada –Dream se dirigió a su habitación y Sapnap se dio cuenta que debía seguirlo.

Bajó a la niña de sus brazos y le revolvió su cabellera rubia, mirándola a los ojos verdes, del mismo tono que su hermano.

—Me hiciste mucha falta, Dris. Ya mismo te cuento mi aventura, ahora voy a hablar con el hombre verde gruñón.

La niña hizo un puchero pero regresó al sofá a leer su libro.

Hace unos minutos, Dream había irrumpido en su casa porque lo vio llegar; al parecer frecuentó su casa desde que desapareció, por si volvía. Da la casualidad de que estaba por la zona y lo vio, así que no desperdició el momento de darle un buen sermón de lo preocupado que estaba y lo idiota que fue.

Sapnap le contó recién lo que pasó el día que pescó: que un alfa se enfadó con él y que tuvo que regresar con su antigua manada para buscar ayuda. Dream se quedó perplejo por la última parte; él mejor que nadie, sabía lo que vivió Sapnap después del exilio. Fue Dream quien lo encontró merodeando el bosque y le tendió una mano: le dio comida, agua y un lugar donde dormir en su casa del árbol, ésa que usaron con Quackity para pasar una noche.

Después Dream se encariñó con él o le dio lástima, no estaba seguro. La cosa es que lo llevó a su casa, donde conoció a Puffy y a Drista. Fue allí que Sapnap logró superar los peores sentimientos y salir adelante. Sin ellos, seguiría siendo un errante solo y sin hogar.

Pero ahora debía rendirle cuentas a su amigo que a veces hacía el papel de padre sobreprotector.

Fue a la habitación del mayor y entró, dejando la puerta abierta por si acaso. Dream lo esperaba arrimado contra la pared frente a la cama, esperando a que el menor tomara asiento. Así que Sapnap lo hizo de mala gana; ya sabía lo que diría su amigo.

—No entiendo por qué vinimos a tu casa: ya te dije todo lo que pasó, Dream. Estás siendo molesto.

—No iba a dejarte en ese lugar vacío; ¡Ni siquiera tenías que comer! –dijo Dream con claro disgusto en su voz–. ¿No te das cuenta de tu estupidez? Pudiste pedirme ayuda, sabes que jamás me negaría.

—Estabas muy preocupado por la enfermedad de Drista y ella te necesitaba –replicó Sapnap con vacilación. Estiró los brazos cansado por todo el viaje, deseando únicamente irse a dormir. Dream estaba haciendo el problema más grande de lo que era.

—Sapnap, maldita sea, hubiera pensado en algo. No puedes simplemente actuar por tu cuenta porque no quieres molestar. No le dijiste a nadie donde estabas, ¡No imaginas lo angustiantes que fueron estos putos días para mí!

—¡Oye, para mí tampoco fue fácil! Tuve que volver al lugar del que me echaron y, oh sorpresa, ¡Me entero que mis padres están muertos por mi jodida culpa!

El ojiverde lo miró con desconcierto y analizó al menor cuidadosamente. Sapnap agachó la cabeza para contener nuevas lágrimas, su amigo se sentó a su lado y sintió la mirada esmeralda clavada en él. Esperaba que dijera más, pero Sapnap no estaba listo para hacerlo. Ya lo habían visto llorar suficiente.

Dispuesto a todo  [Quacknap]Where stories live. Discover now