Capítulo 2

156 22 12
                                    

Las hojas se levantaban a su paso y los animales se escondían asustados del pelinegro que corría entre los árboles persiguiendo a un cervatillo que huía de él. Había olvidado como se sentía ir tras una presa.

Esquivaba raíces y saltaba piedras con agilidad sin perder de vista al animal que empezaba a cansarse.

Aún corriendo, apuntó con el arma al pequeño ciervo, y cuando lo tuvo en la mira, disparó.

La bala dió en el tronco de un árbol gracias a que el animalito giro bruscamente. Sapnap maldijo por lo bajo y volvió a fijar a su objetivo.

Más balas volaron sin que ninguna alcanzar al ciervo, ¿Tan malo era disparando?

Se concentro en su objetivo y trató de pensar dos pasos delante de él. Y cuando pensó que era el momento, disparó varias veces con la esperanza de que en alguna le dé. Dejo de correr en cuanto escuchó un chillido dolido; al fin le había dado.

"El cabrón corrió una maratón", pensó el pelinegro agitado mientras se acercaba a donde cayó el animal. Pero cuando estuvo frente al herido en el suelo, su expresión victoriosa cambió a una de espanto al ver que aquello no era un ciervo, sino un lobo.

—Mierda –maldijo para sí mismo tras salir de la sorpresa inicial, volteó a todos lados para asegurarse de que no hubiera nadie cerca.

Se arrodilló frente al lobo y vió como la sangre fluía de su pata trasera, podía morir desangrado; pero descubrió algo peor, era una hembra.

"Por favor, que no sea un licántropo. Por favor, que no lo sea". Si lo pensaba bien, aquello sonaba más como una súplica a alguna deidad.

Cuando trató de mover al animal para evitar que perdiera más del líquido vital, otro lobo salió de la espesura del bosque y se plantó imponente entre la hembra y él, protegiendo así a la omega herida.

Lo tenía tan cerca que podía ver los grandes caninos que mostraba mientras gruñía.

Sapnap tragó grueso pensando como salir vivo de aquella situación; el lobo tenía un collar sobre su pelaje que indicaba que era miembro de una manada de licántropos, y cuando recordó los patrones familiares del objeto, se dió cuenta que era el Alfa de la manada.

Osea que la hembra era...

—O-oye, escucha –tartamudeó mientras se arrastraba de espaldas para retroceder–, fue un error, no quería darle a tu omega, e-enserio.

Un fuerte gruñido lo hizo callar, y aunque no era un lobo, se estremeció ante el sonido del gran Alfa. Si quedaba algo de su yo pasado, era el ligero temblor que experimentaba ante la autoridad del lobo.

Iba a morir, eso estaba claro; pero no se lo iba a dejar fácil. Se levantó lo más rápido que pudo y hecho a correr.
Sintió un zarpazo en la pantorrilla pero no sé detuvo, si quería tener una mínima posibilidad de vivir debía correr más rápido que el animal.

Cosa imposible.

Zigzagueó por los árboles tratando de ganar ventaja, pero podía oír los gruñidos furiosos detrás suyo y los dientes cerca de sus pies. Sapnap se obligó a ir más rápido, y por un momento logró sacar diez centímetros de ventaja, pero tropezó con una raíz que asomaba del suelo.

El destino tenía una manera peculiar de quererlo, si es que acaso lo hacía.

El gran lobo se le puso encima y, sin perder tiempo, empezó a arañar y morder al asustado pelinegro, quien solo podía proteger su cabeza con los brazos y gritar del dolor puro de ser comido vivo mientras aguardaba a su final.

Y cuando todo parecía perdido, la loba de antes apareció detrás del alfa y llamó la atención de ambos con un gruñido gutural. La miraron sorprendidos, y Sapnap se dió cuenta que estaban discutiendo con la mirada. Por un segundo, la omega miró al pelinegro, y éste pudo ver los ojos cafés de su amiga que le decían que corra.

Dispuesto a todo  [Quacknap]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora