Capítulo 27

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Lo primero que hizo fue enseñarle al tritón a usar su nuevo par de piernas. Parecía la típica escena de los cuentos, pero en realidad fue divertido. Karl se fue de bruces algunas veces, pero luego de muchos intentos logró caminar parecido a una persona normal. Bien, ya se acostumbraría.

Después andaron por el bosque con las manos entrelazadas para estabilidad del mayor; fue una caminata de veinte minutos muy agradable en la que estuvieron en sintonía con el otro. No necesitaron palabras, su amistad llenaba el silencio. Sapnap se sentía extraño al mirarlo así que evitaba hacerlo demasiado. Casi sentía el latir emocionando del corazón de Karl, al fin estaba en la superficie después de fantasear con ello por años.

Sapnap haría de ésta una de las mejores noches de su vida. O lo intentaría.

Llegaron a su casa y fue directo a su habitación para buscarle algo de ropa decente al tritón. Karl se quedó sentado en el sillón debido al cansancio, pero eso no evitó que sus grandes ojos observaran todo con fascinada curiosidad.

—Vaya, tu casa es hermosa –lo escuchó decir.

Al fondo de un cajón encontró un polo blanco que se ajustaría más o menos a la cintura del chico.

—¿A sí? Bueno, eres el único que lo cree –respondió Sapnap en alto para ser oído. La verdad que Dream y Quackity eran los únicos seres vivos que habían pisado su "hogar" y ambos opinaban lo mismo que él mismo. Su casa era un desastre.

Aunque ya la había limpiado en un intento de "avanzar en la vida". Al parecer valió la pena.

—¿Para qué es la madera apilada en esa cosa? –preguntó Karl.

—¿La chimenea? Es para encender fuego y calentar la casa.

Toda la ropa que tenía era oscura y deprimente, igual que su interior. Ahora maldecía no haber comprado un conjunto más acorde.

Al final se decidió por unos pantalones de pernera ancha y una cazadora para el frío, todo de color negro.

Había imaginado al tritón vestido de colores vistosos, tan llamativos como él… Pero ni modo, su armario era tan limitado que no tenía muchas opciones.

Por lo menos no le preocupaba la talla de la ropa; ambos eran bastante parecidos en ese sentido. La complexión si cambiaba, pero quizás cubrir las curvas del castaño no era mala idea. Obtendría menos atención indeseada.

Cogió la ropa y una toalla limpia y fue con el tritón para entregarle el conjunto. El chico se lo quedó mirando maravillado.

—¿Para mí?

—Claro, tienes que vestirte si vas a estar en la tierra. Andar desnudo… digamos que está prohibido –explicó Sapnap.

—No tenía idea. Aunque mi sorpresa se debe más a la emoción: jamás pensé que usaría ropa humana –sonrió el castaño.

—Lamento que todo sea negro.

—No, está bien, me encanta. Gracias, Sapnap.

El humano desvió la vista de la hermosa sonrisa y levantó la toalla.

—Voy a secarte el pelo, después puedes ir al baño en mi cuarto para que te cambies.

Karl asintió y se sentó de espaldas, dejando que el pelinegro secara las hebras húmedas de su cabello.

Fue delicado con los toques y se aseguró de que no escurriera agua. El otro inspeccionaba la tela de la chaqueta que llevaba, la única prenda que lo cubría. Sapnap agradecía usar chaquetas grandes o de otra forma quedarían demasiadas cosas a la vista.

Dispuesto a todo  [Quacknap]Where stories live. Discover now