Capítulo 50

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-¿A qué te refieres con todo?- inquirí.

-¿Recuerdas que hace tiempo me preguntaste por qué estaba aquí?

-Recuerdo que no fuiste muy amable.

Por primera vez desde que la conocí observé a Erika reír, tenía una sonrisa preciosa, en sí, ella era hermosa, lamentablemente lo que sea que le estuviese pasando le oscurecía la cara y la envolvía en un aura arisca.

-Lo sé, no tengo buenos días últimamente.

-Bueno... Soy toda oídos.

Se sentó como india en el suelo, una capa de hojas convertían la dura superficie en un cómodo colchón hecho por nuestra querida madre naturaleza.

-Verás, por las noches sucedían cosas extrañas, muy anormales que hacían que se me cayeran los pelos. En esos tiempos vivía con mi novio, pero ya no podía más. Pesadillas muy raras en dónde moría gente que ni conozco pero que sin embargo me resultan muy familiares. Tanto el tiempo como el lugar no calzaban, siglo XVI, XIX, todas historias de la muerte de distintas mujeres, quema de brujas, un amante enfurecido...

Me acomodé frente a Erika, imitándole su forma de sentarse.

-Eran horribles-continuó- sentía como si fuese a mi a la que le sucedían estas cosas. Sigo teniéndolas, casi ni puedo dormir por lo asquerosas que son. En fin, comencé a ponerme muy nerviosa, cínica, pensé que era una especie de señal, como si mi cabeza me estuviese diciendo que me iba a morir yo en cualquier momento.

》Y había... hay, unas mierdecitas pequeñas que tampoco ayudan demasiado. Son como duendes, unos duendes jodedores de culo, no puedo concentrarme porque siempre los tengo aquí- la muchacha apuntó en dirección a sus hombros y después masajeó sus cienes- me gritan, me tiran el pelo... me piden hacer cosas espantosas. Ya no puedo dormir, no puedo pensar, no hay momento alguno en que pueda descansar, porque cuando creo que por fin se callaron, y me relajo, retoman su griterío a los pocos segundos. No me he rapado el otro lado de la cabeza porque no hay rasuradora, y los cuchillos los quitaron de mi alcance porque intenté suicidarme antes de que llegaras.

-Que bonito- comenté con sarcasmo.

-Ya no puedo más, no sé que hacer... He intentado de todo, pero no quieren irse.

Los ojos de Erika comenzaban a empaparse de agua salada, ¿algún día la gente que tengo a mis alrededores dejará de llorar?

La observé con devoción, levantó el brazo para cubrirse la cara y apretó fuertemente la mandíbula para que los pequeños gemidos que amenazaban con hacerla explotar se mantuvieran en linea.

-Perdón- dijo mientras se limpiaba las lágrimas con las muñecas. Tenía un hilo de voz, capaz de romperse en cualquier momento- No acostumbro a llorar en frente de nadie.

-Pero yo estoy muerta- advertí.

La muchacha dejó entrever una vaga sonrisa llena de dolor.

-Alguna vez lo fuiste.

-Mira como lo soy ahora...- me levanté alzando la voz notoriamente hasta casi gritar- ¡Miren hijos de puta!- comencé- ¡Miren como su pequeña niña mala está llorando!

Volteé hacia Erika que observaba boquiabierta, sus grandes y circulares ojos cristalizaban unas lágrimas que ella no dejaría salir. La estupefacción en su rostro parecía correr de lado a la tristeza.

-¡Escúchenme bastardos! ¡¡Dan asco!!- retomé- ¡Ustedes y las putas de sus monjas se van a ir al infierno!

Alcé ambas manos con el característico dedo medio levantado y con una satisfactoria sonrisa dibujada en las facciones.

-¿Ves?- concluí.

-Guau...

-Y a parte... acabo de decir lo que siempre deseaste, y nadie va a golpearme el culo por ello.

Ningún eco proveniente de mi voz se escuchó, mis sonidos ya no pertenecían a ese mundo, no tenía por qué callarme ni guardarme nada. Podría haber gritado en los oidos de todas y cada una de esas monjas lo mucho que las odiaba y ellas ni cuenta se darían.

-Parece que la censura se ha ido de tu vocabulario- dijo una voz algo cortante, una voz masculina, la voz de Jack que observaba todo acuclillado en la rama de un árbol.

Me sonrojé de vergüenza. Mi forma de animar a Erika, en un cierto punto, había funcionado, pero en otro, al observar la cara de decepción de Jack, la había cagado.

No me olvides, por favor (Jack Frost y tu)Where stories live. Discover now