Capítulo 54

1.6K 177 2
                                    

-¡Osito mayor, deténgase!

Al viejo le encantaba que le dijeran así, decía que ese sobrenombre le hacía sentir como una estrella.

La concentración de los duendes desapareció al instante, y todos se me quedaron mirando con cierto enojo.

-¡No puede hacerlo explotar!

Los conitos multicolores dudaron, todo era demasiado confuso para sus pequeños cerebros. La energía que se estaba apoderando de sus cuerpecitos se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos.

-¿¡No que lo querías matar!? -gritó uno enfurecido.

-Sí, es que...

-¡Entonces matémoslo! -finalizó convocando de nuevo el círculo, casi empujando a sus compañeros para que volvieran a colocarse en su lugar.

-¡Esperen!

La pequeña lucecita justo se había empezado a formar nuevamente cuándo los detuve. El demonio estaba cada vez más cerca, y el bastón de Jack no parecía querer desprenderse de su pata.

-Necesito sacarle ese palo. -dije apundando en dirección al bastón.

-_____(tn), ya se perdió, es un suicidio ir a buscarlo.

-Tú cállate, lo necesitas.

Aquella frase llamó la atención de los conitos, pues se aproximaron para escuchar mejor.

-¿Y qué de importante tiene? ¡Es un palo! -dijo uno de los duendes.

-Es un palo mágico -dije- sin él el invierno no existiría.

Lo segundo no era del todo cierto, pero tenía que darles toda la motivación posible.

-¿Y cómo lo vas a hacer cerebrito? -inquirió Erika. Me volteé hacia Jack, todo su cuerpo me pedía que lo dejara ir, pero sin él no es nada, no podía dejarlo sin nada.

Sin pensarlo dos veces salí corriendo en dirección al demonio, éste me esperó impaciente hasta que estuve cara a cara con él. Se relamió el hocico, me tenía exactamente donde quería.

Le dediqué una mirada desafiante, qué esperas imbécil. Se acercó con morbosa cautela, esperando a que hiciera algo, pero no tenía ningún plan bajo la manga, lo que pasara a continuación estaba en manos del destino, o en qué tan rápido pudiera esquivar sus garras.

La agilidad nunca fue una característica mía, de hecho, ni si quiera era buena para el deporte, por lo que recé con todas mis fuerzas por que eso cambiara, de todas formas estaba muerta, ¿qué tan difícil sería burlar los ataques de esa bestia? No podía cansarme, mi cuerpo no iba a fatigar tras uno o más intentos.

El demonio se apoyó en sus patas delanteras, dejándome mucho más lejos del bastón. Sentí su calor corporal cuando comenzó a olisquearme, el terror me había paralizado, con suerte podía escuchar los gritos desesperados de Jack a mis espaldas. El muchacho también se había acercado para ayudar, pero nada más que yo le importaba al mefistófeles, pues era lo único que le servía como comida.

Abrió su boca de par en par, y sentí como una extraña fuerza comenzaba a atraerme a su boca, de tener corazón, en ese momento hubiese estado tirado en el suelo, saltando producto de la emoción.

Nada ni nadie podría haberme dicho cual era el momento indicado para hacer alguna maniobra, por lo que cuando me deslicé bajo su cuerpo ya era demasiado tarde, y su escamosa cola me arrojó en dirección a los duendes. No sentía dolor, pero los recuerdos de lo que era aquella sensación hicieron que perdiera el aire por un par de segundos. No tardé en realizar que todo lo que estaba sucediendo en mi interior era falso, y tras una corta meditación mental volví a incorporarme para seguir enfrentándolo. Sabía perfectamente qué era lo que quería, y estaba más que dispuesto a divertirse un rato antes de destruirme.

Arremetió varias veces contra el suelo sin interés de asestarme, estaba investigando, quería saber cuál sería mi siguiente movimiento, procurando siempre de mantener la pata trasera lo más alejada posible de mi alcance.

Jack intentó ponerse entremedio de nosotros, pero sin su bastón era inservible, no podía volar ni usar sus poderes, solo era un chico de cabello blanco que podía recibir golpes fuertes, y el demonio no dudó en apartarlo de su camino, éramos solamente él y yo, nadie más estaba invitado a la fiesta.

Observé cómo Jack se deslizaba por el suelo, por culpa del aturdimiento del golpe no pudo ponerse en pie por un buen rato, por más que lo intentase, su cuerpo volvía a estrellarse contra el concreto. Y aunque, tras recuperar la compostura, tratara una y otra vez acercarse a nosotros, esa asquerosa bestia lo alejaba con cada vez más fuerza.

-¡Concéntrate en mi imbécil! -le grité, ya casi segura de que no lograría nada, al menos no sola.

No me olvides, por favor (Jack Frost y tu)Where stories live. Discover now