Capítulo 40

5.2K 491 57
                                    

Desperté de golpe debido a los griteríos desesperados de una de las monja que me reprendía por esconderme de ellas, que si me estaba escapando, que no lo iba a lograr, que es que me iba a ir muy mal y palabras a las que no pude darles sentido por el sueño que me tenía atontada, aún apoyada en el pecho de Jack, quién seguía profundamente dormido.

No recuerdo cómo ni cuando, pero terminé estrellada en el escritorio de la "Monja Superior", que era como Jack le denominó, debido a que daba todas las órdenes y era la más vieja de todas ellas. La mujer superaba los sesenta años, con el pelo corto teñido de un rubio platino, los labios rojos y carnosos, con una mirada dura como la roca. Era alta y sin ningún atributo físico atrayente, la cara llena de arrugas y manos callosas y raquíticas

Tenía los pantalones blancos -característico uniforme del manicomio- bajados, dejando mi parte trasera al aire... La mujer acariciaba el tercer palo de madera más gordo que tenía bajo su despacho con gentileza y algo de perversidad. Me miraba como una fiera, saboreando con esos ojos color almendra cada momento que pasaba frente a ellos. Pero algo me faltaba, Jack ¿dónde estaba? Quizás aún durmiendo a la sombra de aquel tan cómodo tronco.

Cerré los ojos y apreté los músculos esperando el impacto de la vara contra mi piel. Al principio, la "Monja Superior", acarició la carne desnuda con dulzura, tal vez buscando un punto específico, la verdad no lo sé, pero cuando asestó el primer golpe el dolor hizo que soltase varias lágrimas. Los siguientes azotes no fueron mejores, dolían igual e incluso más, ¿cómo le hacía esa zorra para siempre dar en los puntos más sensibles? ¿La práctica? Ni la menor idea, pero joder, en mi vida había sentido tanto dolor. Fueron tan solo cuarenta golpes y la monja, ese monstruo mejor dicho, logró abrirme levemente la piel, impidiéndome la libertad de sentarme por varios días.

* * *

Al llegar a mi habitación, me recosté completamente adolorida en la dura cama en donde dormía. No quise llorar, ni sufrir, simplemente me quedé dormida de nuevo.

Pensé en si volvería alguna vez en mi vida a sentir ese dolor que había sentido ese día, en si mis papás volverían por mi, pensé en escaparme de a de veras de ese horrible lugar para siempre, vivir cerca del mar junto a Jack para siempre, sin que nadie nos molestara.

Soñé con esa vida perfecta en una choza junto al chico, siendo él una persona viva, envejecer y morir juntos, con algunos hijos, a pesar de nunca haberme gustado los niños. Pero tener uno por lo menos con Jack hubiese sido, honestamente, un honor... Viví en ese mundo perfecto en un sueño que me pareció eterno, llegando a su fin, igual de feliz que su principio, un sueño perfecto que nunca se cumpliría, sin importar lo que pasase en el futuro.

* * *

Desperté con las caricias de unas manos conocidas, Jack me miraba con una sonrisa repleta de ternura.

Me incorporé con aún el insoportable dolor en mi parte baja, me sobé los ojos para intentar espabilar más rápido.

-¿Por qué te fuiste?-dijo acariciando mi mejilla con delicadeza.

-Me sacaron.-respondí tras un amplio bostezo, no tenía planeado en decirle lo que había pasado- ¿Qué hora es?

-Las ocho y algo.

Asentí acercándome lentamente hacia él para depositar un suave beso en esos labios que tanto había extrañado, y Jack me clavó la mirada con unos ojos que decían "no hemos terminado", recostándome nuevamente en el colchón para profundizar un beso lleno de pasión, haciendo que me despertara de golpe y le abrazara por el cuello.

Se colocó encima mía y yo lo abracé con las piernas, lo besé con desesperación y con mis manos acaricié su nuca, lo quería tanto... Jack bajó sus labios para besarme con la misma intensidad mi cuello, gemí y lo sentí empujar ahí abajo por sobre las telas de nuestras ropas. Lo abracé con fuerza con todas mis extremidades, él levantó mi polera acariciando mi abdomen mientras mi corazón latía con tanta fuerza que pensaba que rompería mi pecho.

La temperatura de la habitación subió y Jack comenzó a acariciar por sobre el pantalón mi parte trasera, esta vez, sacándome un gemido de dolor que intenté disimular para que no se detuviese, más rápido, pensé. El chico deslizó la mano por debajo de la prenda, sintiendo las heridas recién adquiridas, quienes hicieron que frenase en seco.

Se levantó para quedarse sentado sobre la cama, arrastrándome con él debido a que áun seguía apretando su cuello con fuerza.

-¿Qué te hicieron?-preguntó con preocupación, aún con la respiración agitada.

-No es nada...-dije intentando volver a besarlo, pero el chico se corrió bruscamente.

-___(tn) quién te hizo esto-sus palabras salieron entrecortadas por la furia que sentía Jack en ese momento.

-No te preo...

-¿Fue esa monja?-me interrumpió.

-Jack...

-La voy a matar.

No me olvides, por favor (Jack Frost y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora