Capítulo 55

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Esto es imposible, pense, ya había perdido la cuenta de cuántas veces me había arrojado al mismo lugar, los duendecitos vitoreaban cada vez que me levantaba, y abucheaban cada vez que caía. Las piernas ya comenzaban a fallarme, no estaba adolorida y mucho menos fatigada, pero el hecho de haber chocado con cada parte de aquel patio me tenía mareada, ya casi llegaba a ver doble.

Jack ya ni se podía levantar, y al parecer el demonio ya se estaba aburriendo de tanta repetición, puesto que tras haberme arrojado contra unos tarros de basura se posicionó de una manera mucho más seria, amenazante.

Les dediqué una mirada suplicante a los duendes, sabía que no podrían hacer mucha diferencia, pero tenía que intentar. Erika se veía cada vez más preocupada, ella tenía claro que no sería capaz de hacer nada, por más que quisiera.

Los conitos multicolores no se veían interesados en mis reacciones, lo único que les llamaba la atención era el improvisado juego de béisbol que nos estábamos montando los tres. Estaba sola.

Me levanté a penas del suelo, ahora era el demonio quién intentaba acercarse a mi, y por más que intentara Jack de detenerlo, éste estaba decidido.

Cuando estuvo a menos de un metro de distancia, un exteaño orbe color negro comenzó a salir desde su garganta hasta la punta de sus dientes, un miedo inimaginable se apoderó de todo mi ser. Quise correr, quise gritar, pero mis pies estaban pegados al suelo, y el terror terminó por coserme los labios. Desde lejos sentía como Jack me gritaba que escapase, pero era incapaz de hacerlo. Ya sentía como ese orbe comenzaba a arrastrarme a mi segunda muerte, cerré los ojos esperando a que lo peor terminarse cuando de repente aquella fuerza se detuvo.

Abrí los ojos lentamente solamente para divisar cómo un pequeño puntito de luz azul arrastraba forzosamente el bastón de Jack, el duendesito había logrado pasar desapercibido, pero a esas alturas tanto yo como el demonio nos habíamos percatado de su presencia.

-¡JACK! -grité con todas mis fuerzas apuntando en dirección al conito azul mientras el mefistófeles se volteaba para atraparlo. Jack se apresuró en agarrarlo, el duendecito había logrado hacer un largo tramo sin que nos diésemos cuenta, pero para él ya era demasiado tarde, pues por más que el muchacho intentara sacarlo, el pequeño destello azul había quedado entre las garras del demonio. Éstas lo apretaban con fuerza, pero no chillaba, ni el más pequeño gemido salió de su cuerpo cuando su luz comenzó a desaparecer.

Sin pensarlo, Jack arremetió un golpe frío contra la bestia, y ésta cayó aturdida delante de mis pies. El muchacho hizo ademán para que me alejara mientras el osito mayor volvía a emplear el hechizo. Los demás duendes retomaron sus cánticos y sus danzas al tanto que yo me alejaba del demonio.

El mefistófeles hizo un último esfuerzo para detener a los conitos saltarines, pero avanzaba demasiado lento, y con Jack congelándole las patas traseras le era mucho más difícil avanzar.

Tras un último grito por parte de los duendes, el demonio desapareció dentro de una enorme nube color negro, y con él los restos del pequeño conito azul. Los gritos fueron devastadores, y por más que intentase zafarse, la energía de todos los duendes era mucho más fuerte.

Escuché cómo todos cantaban victoria antes de desvanecerme.

No me olvides, por favor (Jack Frost y tu)Where stories live. Discover now