(14) No me compares

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"Ahora no quiero aspavientos, tan solo una charla tranquila entre nos.  Si quieres te cuento por qué te quiero y si quieres cuento por qué no..."

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Debo confesarles que Fernando no se fue del todo contento de mi casa; mientras que yo no me sentía en las de contentarlo antes de que se fuese.  La visita inesperada de Damián, y esa llamada, me habían dejado pasmada.  Qué hubiese sucedido si en vez de tocar, o llamar, sacaba la llave que aun tiene de la casa y abría la puerta?  No, no quiero ni imaginarme lo que hubiese sucedido.

Buscaba en mi armario que ponerme.  Porqué era tan difícil?  Porqué nosotras las mujeres podemos tener un armario repleto de ropa, y a la hora de salir no encontramos nada?  De veras que somos algo complicadas, debo confesar.

Nada, no tenía que ir muy presentable.  Después de todo, solo iríamos a desayunar y por los documentos de Kiel y Jeziel, correcto?  Así que decidí ponerme un traje casual y unas sandalias, recoger mi pelo en una cola y no usar maquillaje. 

Colocaba mi teléfono y las llaves de la casa en mi bolso, cuando tocaron a la puerta, provocando que diera un salto.  De veras que mis nervios ya no eran los mismos.

“Hola, Damián” respondí parada en la puerta, regalándole una sonrisa, la que sentía que no se merecía por todo lo que me había hecho.

“Cómo estás, Alexandra?  Disculpa que te haya despertado” dijo él devolviéndome la sonrisa.

“No te preocupes, ya estaba despierta.  Solo, como te dije, no me sentía muy bien.”

“Ya estás mejor?”

“Sí, lo estoy.  Nos vamos?”

“Seguro” respondió este mientras daba un paso hacia atrás para que yo saliera y cerrara la puerta.

Subimos al auto, siendo este algo caballeroso y abriendo mi puerta.  Hacía siglos que no hacía este detalle; de veras que comencé a sentirme algo tonta con sus actos. 

“Qué opinas si vamos primero a llenar los documentos para el viaje?  Eso nos tomara poco tiempo y no sé hasta qué hora trabajen hoy…” dijo Damián minutos luego de estar manejando, y cuando el silencio entre nosotros ya se estaba haciendo realmente incómodo.

“No suena mal” le respondí, moviendo mi vista de la carretera por unos segundos y mirándolo. 

De la misma manera en que comenzamos a hablar, así volvimos a quedarnos callados.  Llegamos hasta la oficina del abogado que nos llenaría unas declaraciones para el aeropuerto y demás; esto no nos tomó mucho tiempo, ni tampoco tuvimos que platicar mucho.

“Ahora, a desayunar” comentó Damián mientras salíamos de la oficina, observando su reloj.

“Deberías decir a almorzar.  Viste la hora que es?” pregunté mientras miraba la hora.

“Si es así, entonces sé el lugar a donde iremos” dijo mientras abría la puerta del auto para que subiera.  De veras, por favor, alguien que me despierte de esto; porque, honestamente, parece mentira.

Llegamos al lugar, uno muy bonito, y a orillas de mi playa favorita.  Bueno, este detalle nunca se lo había dicho a Damián; era mi ‘lugar especial’ para venir a desahogarme yo sola.  Disfrutaba caminar por aquel lugar, y muchas veces, observar el sol caer. 

“Hacía tiempo que no comía aquí” comenté una vez la mesera nos dirigió hasta nuestra mesa.

“La última vez que vine, fue contigo, para tu cumpleaños” dijo Damián mirándome a los ojos.

Estigma de AmorWhere stories live. Discover now