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Las ruedas del automóvil se atascaron con un corto y último empuje que les hizo frenar. El interior de ese lugar era complicado de sobrellevar para alguien que reconocía perfectamente el aroma que reinaba toda esquina de las estructuras. Nada tenía de desagradable, claro está. Sin embargo, la misma familiaridad del ambiente le provocaba náuseas.

Dicen que una de las facetas más esenciales de la persona cuyo enamoramiento se encuentra en la cúspide es el sentirse embelesado por la esencia del otro. Primero, iniciando con una apreciación superficial de aromas artificiales en los que existe el escrutinio y la apreciación destacable sobre lociones y perfumes que la pareja utiliza para acompañar a su pulido aspecto físico.

Luego vienen los acercamientos más íntimos. Cuando es preferible olfatear la piel acompañada de cremas y bloqueadores solares en lugar de una prenda con tonos frutales o de madera previamente procesados. Cosas tan básicas como percibir el aroma que viene de una mejilla empiezan a cobrar relevancia por encima de las costosas fragancias de marca.

Y ya después la fase final toma lugar en lo que se discurriría como la conquista integral por otro ser humano. Dicha etapa consiste en valorar el aroma natural de la persona amada. Cuando, por ejemplo, después del encuentro sexual ocurre el momento de tregua para inhalar el cuello o los rincones más suaves del acompañante.

Para quienes nunca han experimentado este lapso de sumisión ante el amor es fácil sentirse incluso asqueado por la sola idea de ir tras la colonia pura y real de una persona sin que a ésta le acompañe algún ambientador de por medio. Para quienes no le temen a la esclavitud de las pasiones saben que el simple hecho de percibir un poco de esos toques naturales en otro ser es la perdición misma.

Porque la mente y el cuerpo son tan, pero tan poderosos que basta sentirse enamorado para encontrar la fragancia del sujeto en cuestión envuelta en dulzura y seducción. Adictivo como también adictivos se vuelven los deseos por obtener todo aquello en cualquier oportunidad posible.

Y es que no se trata sólo de una cuestión de olfato. En ello está implicado el sentir.

Todo placer por el aroma natural es sinónimo de intimidad. De cercanía. De apego.

Y por ello, por una cuestión tan básica que viene de los sentidos, es que Hae sonreía discretamente como si recién hubiese ganado una batalla en medio de varias contiendas de vida o muerte.

El interior de ese auto desnudaba la esencia de Son HyunWoo.

Antes, cuando aún eran pareja, le encantaba treparse ahí con tal de abastecerse a sí mismo de una fragancia que lo enloquecía y le daba ese instinto de adrenalina que lo invitaba a hacer infinidad de cosas que en su mayoría solían cohibirlo (tal como robar un beso o acercarse a acariciar el cuerpo del otro).

DongHae se acostumbró rápidamente al olor de su exnovio. La pregunta es, ¿quién no? Un hombre tan atractivo, tan especial, tan único claramente provocaría que cualquiera cayera rendido con solo verlo andar por los pasillos esparciendo su peculiar olor que muchas veces Hae atribuía a un Hugo Boss.

¿Y esto por qué es tan importante de relatar? Porque evidentemente nada había cambiado de tan atractivo olor. Al menos no en una cuestión de gusto donde fácilmente se le reconocía por su elegancia y sus toques afrodisiacos. Pero, al menos en el resignado DongHae, ya no tenían efectos secundarios que le hicieran saberse en confianza para atravesar la línea de sus acercamientos.

Además de que ya no los necesitaba.

Todo estaba sucediendo con una rapidez insólita.

Desde el enamoramiento del castañito hasta la fase de desapego. Por eso mismo su estabilidad se tornaba caótica. ¿Cómo asimilar que, en menos de cinco meses, hubiese atravesado por un noviazgo y un rompimiento que implicaron no sólo el derrumbe de un respeto hacia la otra persona, sino la clara señal de desprecio ante la idea de regresar a sus brazos?

Strawberry [EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora