20.

346 42 96
                                    



Asomándose y luego retrocediendo. Con la mitad del cuerpo congelado y la otra bien alerta en caso de que fuera necesario correr para esconderse. Sentíase terriblemente acechado a pesar de que, en esencia, la actitud que él mismo portaba era la de un acosador nato. Aun así, Hae especulaba que todo estaba en su contra. Empezando porque el estómago le gruñó desde temprano como clara señal de que su apetito se encontraba intacto a pesar de la resaca. Curiosamente éste tomaba lugar como el segundo problema en su lista de conflictos matutinos que figuraban dentro de lo que descubrió en su nueva rutina como "alcohólico" consagrado.

De inicio, Lee DongHae se levantó sin haber conectado ni una sola idea. Ello conllevaba desentenderse de lo mucho que sucedió el día anterior puesto que el dolor de cabeza conjuntado de manera extraña con su hambre le provocó salir de la cama para buscar una aspirina y, a su vez, pedirse algo a domicilio para comer y después regresar a la cama. Sin embargo, muy pronto enfrentó los golpazos de realidad que le desnudaron el alma lentamente a medida que se volvía consciente de su estado crítico y severo.

Para empezar, ¿qué hacía en la habitación de invitados? ¿Por qué Bolita no lo buscó temprano para pedirle alimento entre delicados gruñidos? ¿Por qué estaba tan sediento? ¿Por qué usaba ese pijama?

Y, lo principal, ¿por qué tenía la extraña sensación de que, a medida que fuera recordando, más y más lamentable se sentiría?

Al parecer, una parte de sí estaba bien enterada de los acontecimientos ocurridos en las últimas 24 horas. Pero la otra, la más terca y fantasiosa, deseaba ignorar a toda costa lo que ya presentía que le haría lamentarse. Y, como era imposible que atentara contra lo real, descubrió que no podía darse el lujo de poner los pensamientos en blanco para evadir culpas porque bastó con salir de la recámara para entender que de verdad había mucho por temer allá afuera.

Y que las respuestas a cada pregunta formulada se hallaban a la vuelta de la esquina.

El aroma que lo recibió al atravesar el pasillo le provocó un hueco tremendo en el estómago no sólo porque se respiraba una rica esencia conformada por tocino y huevos fritos, sino porque le hizo regresar a los viejos tiempos. Sosteniéndose de la pared entre temblores involuntarios de sus dedos ante la reacción secundaria de las cervezas que se empinó la noche pasada, Hae caminó usando nada más sus calcetines para evitar el ruido de las sandalias arrastrándose. No le dio tiempo de ponerse más decente porque ahí, justo en el ocaso de sus profundas resignaciones, creyó que era uno de sus amigos el que le acompañaba y quien aparentemente le preparaba el desayuno.

Bastó que asomara la mitad de su cuerpo entre el hueco por el que se ingresaba a la cocina para saber que estaba en serios y muy, muy grandes problemas dado que se topó con una figura que, ¡oh, vaya!, reconocería en cualquier sitio, a toda hora y sin importar la falta o el exceso de iluminación.

Lo revisó de pies a cabeza. Hubo extrañeza en sí mismo al darse cuenta de que la ropa del pelinegro era la misma que su amigo Cho utilizaba durante los días de descanso que aprovechaban para reunirse con los demás chicos. A pesar de no tenerlo tan cerca ni de frente, Hae requirió únicamente de unos segundos para percatarse de que su cocinero estaba recién duchado. Ciertas partes del cabello se le miraban brillosas y alborotadas. Revelando además el estado natural de una mata oscura que contrajo salvajemente el interior del cuerpo de un chiquillo que de momento olvidó que estaba "espiando".

Se perdió en el paisaje que sin querer encontró en la cocina de su apartamento. ¡Y cómo no? Había a un par de metros de él inmensidad de motivos para saberse abrumado y arrastrado por los efectos de una imagen que le hizo toparse directamente con aquellas debilidades para las que todavía no estaba tan preparado dado lo fuerte de sus efectos.

Strawberry [EunHae]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن