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Ah, el calor.

El irresistible, apetitoso e incontrolable calor totalmente ajeno a lo que usualmente los escoltaba en cada uno de sus dulzones encuentros. Aunque esta última característica seguía estando presente, por supuesto. Por cada beso uno de los dos se desarmaba y el otro de inmediato lo ayudaba a reunir las piezas necesarias para no desfallecer en cada paso.

La mezcla de emociones se sentía surreal. Como de quien tiene la sensación de que está soñando porque todo a su alrededor empata con la imagen de un cuento fantasioso. Donde las nubes, efectivamente, son de algodón de azúcar. Donde el sol es una rebanadita de la naranja más jugosa. Y el mar es una probadita de la más rica limonada. Algo se inflamaba en las profundidades. ¿Qué era? Un fogón esperando hornear ricos panecillos o una chimenea acompañada por dos tazas de chocolate caliente con malvaviscos.

A pesar de que el espectáculo resaltaba por su esencia peculiarmente juguetona y lujuriosa, sería incorrecto encasillar el alumbramiento como parte de una consecuencia por el deseo. La situación iba más allá de lo que significaba el acto carnal. Se sentía tan íntimo. Tan acogedor.

Tan hermoso como hermoso fue ver a DongHae cayendo delicadamente sobre su espalda en aquel colchón que lo recibió con una venia de suavidad y preciosas memorias.

Su musculatura se relajó brevemente como si se hubiera rendido a merced de los hechos. Hyukjae gozó mucho de ello reparando en la silueta preciosa y perfecta de un castaño que jadeaba por la falta de aire. Con sus labios enrojecidos y algo hinchados por los besos, una camiseta desabotonada hasta la mitad y, la cúspide de aquella deliciosa imagen, los cabellos dispersos entre las sábanas con la despreocupación ideal para que Hyuk apeteciera aferrarse a ellos en un siguiente contacto.

Remojándose los labios que se le resecaban por el hambre, Hyukjae posó una rodilla en la orilla del lecho. Ésta quedó estratégicamente situada entre los dos muslos de DongHae. Bastó dicha iniciativa de movimiento para que el otro separara las piernas a su merced. Invitándolo desde el primer instante a meterse entre su pelvis y acomodarse sobre su cuerpo.

Aún estaban vestidos los dos. Pero eso no impidió que el simple y sencillo gesto de Lee DongHae le resultase exquisitamente erótico. Tumbado ahí entre los sonrojos naturales de sus mejillas y una mirada que revelaba cierto salvajismo. Una provocación monstruosa a la que Hyuk no pudo y no quiso poner límites de por medio.

Siempre se sintió fascinado tratándose de un DongHae receptivo. En los viejos tiempos solía decir que era como ver el alumbramiento de otro duraznito. A veces torpe. No tan valiente. Aunque eso lo hacía especial ante sus ojos. La timidez e inexperiencia de su chico le provocaba delirar porque, si bien notaba lo mucho que Hae amaba abrir las piernas para él, también encontraba cierto tinte de delicadeza y pasividad en todo ello.

Hyuk se volvía el capitán del navío. Alguien que guiaba a la tripulación donde cada gemido era la respuesta inmediata a sus acciones y decisiones. Y si algo salía mal (cosa que nunca pasó) él entendía que asumir la responsabilidad le correspondía. Por ello el compromiso le parecía tremendo. En sus manos tenía la aparente inocencia de Hae que después desnudaba a su antojo para transformarla en un torbellino de anhelos y suplicas.

No obstante, este DongHae, el que descansaba frente a su cuerpo, poseía un distintivo que descolocó el soporte de cierto pelinegro. No es que fuera menos como en el pasado. Sino que a todo ello se le agregaba un pedacito de cierto ingrediente que marcaba gran diferencia.

Lee DongHae mostraba iniciativa.

Buscaba proponer, hacer y guiar a su estilo. Hyukjae se rompió completamente con este aspecto. Porque era "sencillo" saber lidiar con el instinto juguetón de su bebito que se dejaba llevar entre sus brazos. Pero nunca nadie lo preparó para lo que vendría en este reencuentro.

Strawberry [EunHae]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ