Capítulo 16

10.8K 465 90
                                    


-Ahora, salid ahí y dadles una paliza a esas bestias -concluyó Rob soltando la pizarra de estrategias y colocando su mano en el centro del grupo.

-1...2...3... ¡¡WILD DIAMONDS!! -gritamos todos a coro.

Naturalmente, Lauren estaba nerviosa aquel día. Habían pasado dos semanas, los exámenes finales habían terminado y Camila y ella continuaban su relación estable, seria y perfecta, aunque aún sin meter a las familias de por medio.

Pero no estaba nerviosa por Camila y, realmente, tampoco por el partido que, indirectamente, influía en su estado de ánimo. Eran cuartos de final y, Rob, le había dicho a ella personalmente al principio de la concentración que había un par de ojeadores de universidades deportivas importantes. Lauren sintió náuseas cuando escuchó esto. Era lo que llevaba esperando toda su vida, sus planes de futuro. Pero prefirió que Rob no le hubiera dicho nada, y así haber jugado sin presión.

Salieron al terreno de juego en una fila que encabezaba Lauren, al lado de otra fila de chicas vestidas de amarillo y negro, las Avispas de Albuquerque. Ninguna de las contrincantes medía menos del metro setenta. Eran enormes y, la mayoría de ellas, mantenían expresión seria y silencio, aparentando ser su rival más fuerte hasta ese momento.

Lauren eligió batear primero, al salir ganadora en el duelo de la moneda con la capitana del otro equipo. Echó un vistazo a todas las gradas, antes de volver a la base de bateo. Suspiró al no ser capaz de encontrar a Camila ni a las demás, pero mucho más importante, suspiró porque no fue capaz de reconocer a los ojeadores. Lauren y el resto de las chicas se habían dado cuenta de que, a medida que pasaban los partidos, los estadios a los que eran llevadas a competir eran más grandes y profesionales, para acoger a más personas en sus gradas y sacar más partido al dinero de las entradas, favoreciendo así la demanda de la gente, que ese año parecía especialmente interesada en el Softball adolescente femenino.

Lauren golpeó la primera bola lejos, lejos, lejos. Corrió y llegó a la segunda base. Alcanzó una carrera en poco tiempo. Su corazón se fue calmando poco a poco, cuando se paró a pensar que nada, en la práctica, diferenciaba aquel partido de los demás. Claro, teóricamente, estaba jugándose su futuro.

Las Avispas de Albuquerque no eran más que apariencias. No habían sentido que ganae fuera tan fácil ni si quiera en los partidos amistosos contra ellas mismas en los entrenamientos. Realmente, el equipo pudo suspirar al verlas fallar un bateo tras otro. La grada reía y Lauren pudo lucirse ante los ojeadores que Rob dijo que estarían observando.

El partido terminó con un resultado humillante para unoa cuartos de final y, Lauren, colocó una pequeña toalla en su hombro, agarró su botella de bebida energética y salió al campo a darle la mano a cada una de las jugadoras del equipo rival que había quedado en el campo, respetando y aceptando su derrota. Cuando todas se habían marchado del césped, Lauren estiró sus brazos hacia arriba y aplaudió al público que ahora le aplaudía a ella.

-¿Lauren Jauregui?

Un hombre de mediana edad, se acercaba a Lauren con decisión, con un par de papeles en la mano. Iba trajeado, parecía ser formal, pero caminaba con una sonrisa en la cara, lo que hizo que Lauren se sintiera tranquila.

-La misma -dijo dándose media vuelta.

Lauren sabía qué quería aquel hombre. No lo conocía de nada, probablemente fuera la primera vez que lo veía en la vida, así que dio por hecho que aquel hombre sería el ojeador del que Rob le había hablado.

-Soy Matthew Collins -dijo estrechando la mano de la chica. -Ojeador y director de la Universidad de Florida Atlantic, cazador de jóvenes talentos del deporte y esperanzador con becas en mi mano.

El destino de la casualidad (Camren)Where stories live. Discover now