Capítulo 34

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Lauren estaba dolida. Había varias cosas que estaban dañando su gran corazón helado. En primer lugar, sus padres estaban conduciendo a las afueras de Miami, a un centro de rehabilitación donde pasaría las siguientes semanas, siendo cebada como a un cerdo para después cocinarlo.
En segundo lugar, sus amigas habían llorado como si se estuviera marchando a la guerra, y aquello la hacía sentir culpable de todo lo que estaba pasando. Porque muy en el fondo, sabía que lo era.
Pero acentuando su dolor, Camila no se había quedado para despedirla. ¿Por qué? Lauren no lo entendía. ¿Qué podía haber sido tan importante como para no poder quedarse a despedirse, como habían hecho sus amigas?

Estaba rabiosa, enfadada. El coraje que tenía dentro de sí misma hacía que le fuera imposible despegar su mandíbula o derramar una sola lágrima.

-¿No vamos a ir a por mis cosas? -preguntó Lauren a medio camino.

-No las necesitarás -contestó su padre echando una ojeada por el retrovisor. -Tu madre ha recogido en una bolsa unos cuantos objetos personales junto a un par de camisetas. Pero te darán una ropa especial allí.

-¿Ropa especial? -preguntó sarcásticamente. -¿Es que voy a la cárcel? ¿Me van a encerrar en celdas también?

Sus padres se miraron durante un segundo.

-No vas a la cárcel, Lauren -contestó su madre. -Pero las normas obligan a que todos ahí dentro vistáis igual. En una especie de pijama.

Lauren no contestó. Si pensaban que por encerrarla en un centro de rehabilitación iban a conseguir que mejorara, podían esperar sentados.

Llegaron al enorme edificio blanco una media hora más tarde. Lauren echó un primer vistazo y aquello no podía parecerse más a un hospital.

-Hola, ¿Lauren Jauregui? -preguntó un chico en la recepción de su nuevo hogar.

Lauren miró al suelo.

-Sí -contestó su madre abrazando a su hija con un brazo, que pronto se deshizo de la muestra de afecto de su madre.

-Pueden despedirse si quieren -añadió el muchacho que, a simple vista, parecía bastante joven para estar trabajando. -Le doy unos minutos mientras llega la enfermera que la acompañará a su habitación.

-Hija... -comenzó a decir su padre, rápidamente interrumpido por la voz quebrada de su hija.

-Adiós -pronunció simplemente, tomando la bolsa de deporte con sus pertenencias.

-Perdone -volvió a hablar el chico -, necesitamos revisar su bolsa. Para evitar objetos punzantes, alcohol u otro tipo de estupefacientes.

-¿Van a quitarme mis cosas? -preguntó Lauren alzando las cejas.

-Oh, no -negó el muchacho con ambas manos en el mostrador -, no si no es necesario.

Lauren dejó la bolsa en el suelo y el chico la tomó en su hombro. Pronto desapareció, con la consiguiente aparición de la enfermera.

-¿Tú eres la chica nueva? -preguntó sin respuesta. -Jauregui, ¿verdad?

Lauren asintió.

-Acompáñame -pidió. -¿Te has despedido de tus padres?

-Sí -contestó la ojiverde sin mirar a atrás, adentrándose en el luminoso pasillo del centro.

-¿Tienes frío? -preguntó la rubia.

-Un poco -admitió Lauren.

-Es normal -contestó. -Se te pasará. Hay calefacción en la habitación.

El destino de la casualidad (Camren)Where stories live. Discover now