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"Algo, algo, algo. Dile algo. Algo. Algo. Dile algo. Dile. a. l. g. o".

Anne miraba a Louis prestando atención a los detalles. Como su cabello casi color miel siendo reflejado por la poca luz del sol que entraba, o su nariz de botón tan pequeña y rojita parecida a la del reno que estaba colgado detrás de él, o cómo miraba su pancita al acariciarla, murmurándole cosas al bebé que ni siquiera entendía. Sabe que su hijo lo eligió, tenía su marca, y no es que juzgara el criterio de su hijo para saber quién era una buena pareja, sino que estaba preocupada por él.

Recuerda el día en que volvió a casa, llorando porque una omega aprovechadora le había partido el corazón al engañarlo con otros alfas. En su momento ella no dijo nada, no opinó en absoluto de quien era su pareja; quería que su hijo aprendiera a escoger y reconocer cuando alguien fuera el o la indicada para su vida. Quería que pasara por un corazón roto al menos una vez como una lección para no casarse con la primera persona de la que se enamorara. Que supiera que la vida a veces te da sorpresas, y que puede ser tan dolorosa como hermosa. Aunque le doliera el alma al tener que consolarlo, escuchando palabras que una madre jamás querría soportar, sabía que era necesario y era parte del crecer.

"Mamá, Leah no era la persona que yo pensaba. La amo, pero me dañó tanto... Me rompió el corazón".

Allí estuvo ella para socorrerlo, mimarlo, explicarle algunas cosas de las que desconocía. Su hijo siempre fue un hombre ejemplar, tenía la esperanza de que en algún momento formara una familia al enamorarse, pero una vez que sucedió ello ocurrió en definitiva todo lo contrario a lo que ella esperaba que él lograra. Se cerró en sí mismo. Salió con omegas sin intenciones de formalizar o tener relaciones a largo plazo. Terminó sus estudios y se mantuvo en la idea de jamás volver a estar con nadie. Cuando él le habló de Louis, imaginó a un chico extrovertido, divertido, con una mala racha que encontró a su pequeño para acompañarlo en el proceso de redescubrir juntos qué era el amor. No a un omega que estaba siendo mantenido por él, con un cachorro no nacido que era de alguien más, alguien que aún no había salido por completo del mapa. Lo que más temía ella como madre era que mágicamente Louis tomara la decisión de volver al hábitat al que estaba acostumbrado, dejando a su pequeño en un estado destruído y desolado. No soportaría verlo vacío y desesperanzado otra vez.

"Louis, te pediré que te alejes de mi hijo".

—¿Pasa algo?.

Levantó la mirada a su yerno, quien lo miraba atentamente con una galleta en su mano y una expresión que pedía explicaciones. Quizás le murmuró algo, las palabras se escurrieron como agua entre los dedos. Era algo que no podía contener por más que quisiera. Debía dejar que Harry hiciera su vida más allá de sus deseos como madre.

—No, cariño. Estaba pensando en las cosas que hay que hacer una vez volvamos a casa.

—Ah, está bien.

Cuando estuvo por contestarle y comentarle su inquietud, entró Robin acompañado de Harry al comedor. Al parecer habían ido a comprar las cosas.

—Hola, amores. ¿Cómo les fue?.

—Bueno, nuestra idea al principio era ir a cazar con nuestras habilidades de hombre en el bosque, pero terminamos yendo al supermercado porque hacía mucho frío.

Robin, su omega, besó su mejilla cuando se sentó a su lado para abrazarle. Él por su condición era la persona más amorosa de la relación.

—Me imaginaba que eso ocurriría desde que pusieron un pie fuera de casa.

Harry carcajeó mientras abrazaba por la espalda a Louis, apoyando sus grandes manos en todo su abdomen.

Incluso sabiendo que debía respetar las decisiones que tomara, no pudo evitar correr la mirada.

ɪᴠʏ [H&L]Where stories live. Discover now