Capítulo 20. El verano del 2021

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La brisa era cálida y el cielo estaba despejado. El sol brillaba con intensidad y la arena quemaba los pies de Edward, quién se quejaba cada que daba un paso.

—Me quema, no quiero estar aquí —Edward daba pequeños brincos, para disminuir el calor.

—Simplemente acércate al mar, ahí no quema —le sonrió una mujer pelinegra.

—Me da miedo... No pienso acercarme.

—Yo te llevó, hermanito —le sonrió un chico que parecía de unos 17 años.

Edward dudó un poco, pero al final accedió y tomó su mano.
Ambos hermanos se dirigieron hacia la orilla del mar.

—Es cierto, aquí no quema la arena.

—Exactamente, eso es porque el agua del mar refresca la arena y la vuelve menos caliente.

—¡Oooh! ¿Y quién controla el mar? —era una pregunta un poco lógica para un niño de 7 años que estudiaba en casa y no tenía más interacciones sociales, exceptuando a su hermano mayor.

—Bueno... Las fuerzas naturales, no hay ninguna creatura mágica que controle el mar.

—Oh... ¿Ni siquiera un Dios?

—Pues si le preguntas a mamá, te va a decir que sí existe un Dios todopoderoso que controla cada cosa del mundo —su hermano miró el mar y sonrió—. Pero yo no creo en eso, voy más arraigado con la ciencia.

—¿Qué es la ciencia?

Su hermano lo miró y soltó una pequeña risa.

—Te lo explicaré después —le sonrió.

—Está bien —Edward sonrió con inocencia.

La verdad es que la madre de Edward, Margarita Díaz, era muy creyente de Dios, pero llegaba al punto de que estaba obsesionada con la religión. Por ello, obligó a sus hijos a estudiar en casa y no salir, a menos, que sea en familia.
Ella tenía la creencia de que si dejaba salir a sus hijos, ellos se contaminarían de las malas creencias del sociedad y los llevarían al “mundo del diablo”.
En la educación de sus hijos sólo añadió materias que ella creía “correctas”, como la ética, matemáticas, política, informática, salud, artes, entre varias más; pero entre las materias que tenía prohibidas estaban: la biología y la historia.

Por alguna razón no quería que sus hijos cuestionaran los poderes de Dios, con los conocimientos de la biología, y no quería que se enteraran de los pasados de la humanidad.

Pero, su hijo mayor, un día la desafío y comenzó a meterse más en esos temas, hasta que comenzó a dudar de la existencia de Dios y dejó de creer en él, lo cual molestó demasiado a Margarita, quien comenzó a prohibirle todo contacto con los libros, tecnología o personas que ella no escogiera.

—Hermano...

—Dime, Ed.

—¿Por qué no crees en Dios? ¿No te da miedo ir al infierno?

—Dudo mucho que exista el infierno, hermanito.

—¿Por qué?

—La ciencia explica varias cosas que antes se creía que eran obra de Dios, así que comencé a dudar, seguí investigando y descubrí varias cosas, que tú descubrirás después.

—Ya veo...

El hermano mayor, al notar la confusión que le había dejado a su pequeño hermano, que aún no comprendía bien las cosas, decidió distraerlo.
Le lanzó un poco de agua, la cual lo espantó un poco y dio un pequeño brinco.

La mansión sin retornoWhere stories live. Discover now