Capítulo 38. Libertad

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Todos se reunieron entre ellos y sonrieron. Se tiraron en el piso, acostándose en la hierba seca, viendo el cielo estrellado.

—Hace mucho tiempo que no veía las estrellas —sonrió Christine.

—Sí, son m-muy lindas —añadió Edward.

—Allá arriba está Devon, ¿no es así, Megan? —dijo April viendo el cielo y señalando hacia arriba con su dedo índice.

—Sí, de seguro está comiendo tranquilamente —sonrió.

—¡Sí! Debe de haber comida deliciosa y todo para él solo —estiró sus brazos con una sonrisa.

—Exacto, ahora puede estar en paz y disfrutar de toda la comida que desee.

—Aunque le hará falta una cosa, Meg.

—¿Qué cosa? —Megan volteó a verla.

—Su vape.

Ambas comenzaron a reír entre lágrimas.

—Al menos ya está en un lugar mejor y ahora no sufre —se quitó sus lentes y los puso en su pecho.

—Sí... Ahora es feliz.

—Estoy segura de que él era feliz con ustedes —sonrió Robin.

—Sí, de eso no tengo dudas, siempre nos lo dijo —sonrió Megan.

—¿Y que piensan hacer?

—Pues decirle a su madre... Pero tendremos que inventar algo para no mencionar lo del secuestro por un psicópata torturador.

—Cierto... ¿Qué mentira podemos inventar? —preguntó Nancy.

—No lo sé, pero creo yo que deberíamos de tener diferentes mentiras, ¿no creen?

—Sí, ya que cada quien inventé lo que piense que sea más creíble para su familia —dijo la pelirroja.

—Exactamente.

Siguieron viendo las estrellas por un rato más y luego se pusieron de pie.

—Chicos... Prometimos que no nos separaríamos, ¿cierto?

—Así e-es, Megan.

—Entonces lo juramos y debemos permanecer unidos pase lo que pase.

—Sí, eso haremos —sonrió la peliblanca.

—Ahora que somos libres, hay que irnos a nuestra casa.

—Y... ¿Cómo nos vamos?

—Mierda, es cierto...

—Tendremos que caminar... Por allá —Megan señaló hacia el lado izquierdo—. Es el lado opuesto para dónde íbamos mi familia y yo, por allá deberíamos de llegar a Chalco.

—Bien.

Todos comenzaron a dirigirse hacia la carretera vacía, caminando entre la hierba.

—Oigan... ¿Podemos pasar a comprar teléfonos? —sonrió Carlos.

—¿Con qué dinero, genio? —sonrió Heinrey.

Robin puso el saco de tela frente al grupo con una sonrisa.

—¡Tarán! Se lo robé al anfitrión, estaba en su oficina. Son millones, o más, de pesos y dólares.

—Se nota que eres de Valle —Megan se rió.

Todos se rieron y siguieron caminando.

—¿Aquí no pasan combis pal' centro? —Nancy sonrió.

—Pendeja —Megan rio.

La mansión sin retornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora