Capítulo 37. La última pelea

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Todos voltearon a ver de dónde provenía aquella voz.
Era un grupo de 6 hombres, todos estaban sentados entre la hierba seca.

—¿Quienes son ustedes? —los miró Wendy.

—Los ganadores, nosotros salimos antes que ustedes —sonrió un chico rubio.

—¿Cómo salieron con la guillotina? —preguntó April.

—Sencillo, sacrificamos a la única persona débil de nuestro equipo... Una mujer.

—Qué hijos de perra son —dijo Megan con asco.

—¿Qué? —se rio un chico pelinegro— Nos divertimos, nos dio placer y salimos gracias a ella.

—¿Placer? —Robin ladeó la cabeza, dejando el saco en el piso.

—Ya sabes a qué nos referimos, linda —sonrió el pelinegro.

—¿La violaron? —les preguntó Wendy.

—Digamos que sí, ¿pero qué querían? Ya está muerta, además tenía un brazo y una pierna rota —añadió un chico castaño.

—¿Querían que la cargamos hasta su casita? No, gracias —sonrió el pelinegro.

Todo el grupo de hombres se echó a reír.

Megan apretó sus puños con fuerza, enterrando sus uñas en las palmas de sus manos.

—Pero bueno... ¿Cómo dijo el anfitrión? ¡Ah, sí! “solo un equipo puede ganar”, así que tendremos que matarlos.

Todo el equipo de Megan se puso alerta y sacaron algunas de las cosas que tenían para defenderse.

—No se lo tomen personal chicos y chicas, sólo queremos ganar.

—Además, las chicas están muy guapas, podríamos divertirnos con ellas primero, Derek.

—Sí, son sexys, pero se ven muy rudas... Menos ella, ella me excita —señaló a Christine con una sonrisa—. Y también ella —luego señaló a April.

—¡Oye! ¡Oye! ¡Deja de mirarlas! —gritó Heinrey.

—¿Estás celoso? No podrás negar que son guapas.

—¡Sí lo son, pero alejate de ellas! —les gritó Megan

—Tranquila, nena, también podemos darte a ti —el pelinegro le guiñó el ojo.

—Que asco, no gracias.

—No preguntamos, cielo.

—Deja de llamarme así, tengo nombre, asqueroso.

—Eso no me importa, tampoco sabíamos el nombre de la otra chica, pero que bien cogía —sonrió el castaño.

—Son una bola de pervertidos asquerosos.

—Estas chicas me estresan, mejor las matamos y luego nos vamos a coger con alguien más.

—Como digas, Derek, vamos a matarlos.

—Megan, tú sabes combate callejero —susurró April.

—Sí, pero aquí no hay paredes para impulsarme o algo así, literalmente está baldío —se quejó.

—Tú no necesitas eso, eres increíble peleando, Meg.

—Esta vez sí confiaré en ti —colocó una guardia de combate.

—¡Vaya! La chica sabe pelear, me gusta —se rio el pelinegro.

—No creas que vas a ganarnos, somos más que ustedes.

—¿Y eso qué? Nosotros somos hombres y ustedes, la mayoría, son mujeres.

—Nunca subestimes a una mujer —sonrió Robin.

La mansión sin retornoWhere stories live. Discover now