Capítulo 27. Pacto

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Todos cayeron dormidos y no despertaron hasta después de, al menos, 5 horas.
Megan se puso de pie y rascó su espalda, mirando un punto fijo en el piso, bostezó y estiró sus brazos.
April se acercó a ella con una sonrisa, con el cabello alborotado y una liga en la muñeca.

—¿Quieres que te peine? —Megan le sonrió, aunque tenía la voz un poco ronca porque acababa de despertar.

April miró su muñeca y luego miró a Megan.

—No... Bueno sí, pero no venía por eso.

—¿Entonces?

—Primero, venía a ver cómo estabas.

—Ah, estoy bien.

—Me alegra, ¿ya estás más tranquila?

—Ajá, gracias por todo.

—Claro, sabes que eres mi mejor amiga y haría todo por ti.

—Lo sé —le sonrió—. Bueno, ya dame tu liga —extendió la mano.

—Sí, gracias —le entregó la liga y se dio la vuelta.

Megan comenzó a cepillar su cabello con los dedos, aplacando su ondulado cabello castaño. Luego tomó la liga con la otra mano y le dio dos vueltas en su pelo; como tenía el cabello corto, la coleta le quedó un poco chica, pero no se veía mal.

—Listo.

—Gracias, Meg.

—De nada —dijo cepillando su cabello con los dedos.

Megan tomó una liga de su mochila y comenzó a amarrar su cabello, dejando fuera algunos mechones cortos y su flequillo, volvió a estirarse y se dirigió al refrigerador. Sacó una botella de agua y la abrió, luego tomó un sorbo y se limpió la boca.

—¿Cómo te sientes, Megan? —le sonrió la rubia.

—Bien, estoy bien —le regresó la sonrisa, aunque se notaba incómoda.

—Me alegra.

—¿Ya estás mejor, Megan? —le preguntó la peliblanca.

—Sí —cerró la botella—. Chicos, no necesitan preguntarme si estoy bien... En realidad, me incómoda un poco.

Elaine levantó la vista hacia las chicas, estaba sentada en la orilla de la cama, afilando un cuchillo que encontró debajo de su cama y sonrió levemente, volviendo a bajar la mirada.

—Ay, lo sentimos, Megan.

—No importa, sé que sólo se preocupan, pero hay cosas más importantes que yo en este momento.

—Sí, perdona —le sonrió la rubia.

—Claro, ahora hay que ir pensando que vamos a hacer cuando terminemos las habitaciones.

—Pues buscar al marqués, ¿no?

—Sí, pero necesitamos pistas para encontrarlo y no creo que nos las dé.

—Tienes razón, no creo que quiera que lo matemos.

—Pero entonces tendríamos que encontrar algo que nos ayude a matarlo, ¿no es así?

—Exactamente, Robin.

—¿Y qué po-podría ser?

—No lo sé, alguna nota, hoja de papel... Conociéndolo, podría ser cualquier cosa.

—¿Una cucaracha?

Todos voltearon a ver a Devon.

—¿Qué? Dijeron que cualquier cosa, una cucaracha es algo, ¿no?

La mansión sin retornoWhere stories live. Discover now