Capítulo 12

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Anunció!! Habrá maratón el miércoles de 3 capítulos (Meta para que eso suceda 600 votos y mil comentarios de aquí al Domingo) 😌😍

THOMAS.

Juneau.

Dos días después.

Mi cuerpo duele, no puedo moverme con facilidad. Ese maldito me dio la paliza de mi vida. Ni en Irán me habían dejado en tan mal estado, pero ya sabía que reaccionaría así y con eso al menos logré que ella accediera a irse conmigo. Supuse que esa bestia me ayudaría ya que de lo contrario me hubiese costado mucho convencerla, valieron la pena los golpes se irá conmigo. Ella y Narel serán mi familia. Esa familia que el destino me arrebató de las manos.

Es por eso que no puedo esperar a que esa mujer muera. No puedo permitir que Alena pase más tiempo con él. La vi, vi en lo que se convierte cuando está en sus brazos. Y aunque ahora lo odie, sé que no tardará en caer nuevamente entre sus brazos.

Toco la puerta. Según mi investigación, la asistente que trabaja con la mujer no está presente, solo la enfermera, y esta no me conoce, ni a Alena.

—Hola, dígame, ¿en qué puedo ayudar? —me pregunta la criada, mirándome mal, supongo que provoco lástima.

—Hola, vengo a visitar a la señora Romina. Soy un viejo amigo —le digo, y ella asiente.

—La señora está muy mal, no recibe visitas.

—Lo sé, por eso vine. Quiero despedirme de ella, por favor. Es una amiga muy querida —me siento un monstruo por hacer esto, pero no tengo otra opción. Ella va a morir de todos modos. Solo adelantaré su partida.

La empleada me deja pasar. Entro en la habitación de la anciana, que está conectada a varios aparatos. Apenas está consciente. Es la enfermera quien me informa.

—Está muy mal. Es cuestión de tiempo —me dice, y yo asiento. Un nudo se forma en mi garganta.

—¿Por qué no la llevan al hospital?

—Porque ya está desahuciada. Además, está demasiado grave. Ni siquiera pudimos llevarla a su pueblo. Su médico no lo autorizó.

—¿Cuánto tiempo le queda?

—A lo mucho, unas semanas. Una, cuando mucho —me dice—. Creo que solo está esperando a la señora Elena. Ella viene el fin de semana a verla. Es como su hija, y la niña de ella es como su nieta —dice la mujer, y yo asiento. Odio tener que hacer esto, pero una semana es demasiado tiempo. Eso le dará oportunidad a ese desgraciado de acercarse a ella.

Me acerco a Romina, vigilando que la enfermera se distraiga por un momento. Saco de mi saco una jeringa con una droga indetectable en caso de que le hagan una autopsia. Esta droga es ampliamente utilizada en el ejército. La usamos cuando necesitamos deshacernos de criminales que sabemos que quedarán libres si son extraditados a sus países.

Sin que la enfermera se dé cuenta, inyecto a Romina, quien abre los ojos solo por unos segundos. Es una droga dolorosa, y lo siento mucho por ella. Suplico por su perdón mientras veo cómo las máquinas empiezan a sonar.

—¿Qué pasa? —pregunto a la enfermera, quien se apresura a intentar reanimarla, sin éxito. Romina fallece en cuestión de segundos.

—Yo... yo no sé —suelta la enfermera entre lágrimas.

—Fue su momento, descanse en paz. Está en un lugar mejor—le digo, palmeando la espalda de la enfermera.

Me quedo con ella un momento hasta qué logro zafarme ya que Alena no puede encontrarme aquí.

AnheloUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum