Capítulo 47

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Chicas capitulo por llegar a la meta!

¡Aviso! Por favor, ya no poner en los comenterios que voten y comenten, a este paso ya todas deben saber que hay metas para subir más capitulos, no me gustan que las obliguen, comentara y votara quien guste, asi que porfa, no más. sin más, disfrunten el capitulo. 

—¿Qué mierda crees que haces? —pregunto viendo cómo la aparecida entra a la celda, sin siquiera tocar

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—¿Qué mierda crees que haces? —pregunto viendo cómo la aparecida entra a la celda, sin siquiera tocar.

—¿Tú qué crees que estoy haciendo? —cuestiona quitándose el maldito uniforme.

—¡Sal de aquí, no...! —me quedo sin palabras cuando la muy hija de... ¡Joder! Aprieto los puños al ver el rebote de esas tetas provocativas que tiene la maldita cuando se quita la playera, se me hace agua la boca, mi polla se pone dura al contemplar su cuerpo.

La manzana de Adán transformada en mujer, sus curvas, ese cuerpo reloj de arena que hipnotiza, un abdomen tonificado que invita al pecado, caderas anchas que despiertan deseos primitivos. Y esos pechos, ¡esos malditos pechos!, provocan una sed enfermiza que consume cada fibra de mi ser.

Mi respiración se entrecorta en mi garganta... ¡Puta madre!, imagino cómo mordisqueo esas aureolas rosadas que suplican desesperadamente mi atención. ¿Cómo sabrán en mi boca? ¿Cuál será su textura? Siento el calor que emana de su cuerpo, la tensión eléctrica en el aire mientras mis manos anhelan tocar cada centímetro de su piel.

—¿Qué estás esperando? —pregunta mientras se acerca, moviéndose con la seguridad de tener el mundo entero a sus pies, una diosa, una maldita hechicera que me envuelve en sus ojos grises... ¡Dios! Intento reaccionar, intento moverme, pero estoy atrapado, algo en ella me atrae como la gravedad. —Te pregunté, ¿qué esperas? —susurra cerca de mis labios, mis manos, como si tuvieran vida propia, rodean su cintura, sintiendo cómo su piel malditamente ardiente me consume, me transporta a un lugar donde el deseo es ley y el éxtasis es el destino.

—Bruja —susurro perdido en sus labios, anhelándolos con desesperación, mientras la veo morderse el maldito labio inferior.

«Hija de...»

—Quiero a mi hombre —susurra sobre mi cuello, masajeando el miembro que no deja de punzar, pasa la lengua por las venas marcadas, mientras chupa, muerde, lame, haciendo conmigo lo que le plazca. Me siento como una marioneta en sus manos expertas, entregado a sus caprichos más oscuros.

—¡Maldita sea, Alena! —jadeo, y ese nombre me hace separarla de golpe, encontrándome con un rostro que no es el suyo, pero sus caricias, su calor, su voz, solo podrían pertenecerle a ella. Los ojos de la mujer cambian, tornándose ámbar, adoptando el color que me hizo caer de rodillas una y mil veces, su cabello se vuelve rojizo y en su piel los tatuajes desaparecen.

Doy pasos hacia atrás cuando me siento sin aliento. ¡No puede ser! Ahora sí que estoy volviéndome loco.

—Alex... —susurra, y el sudor empapa mi frente, ya no me quedan fuerzas, con ella, ya no me queda fuerza de voluntad, solo soy un maldito hombre enamorado que se entrega a ella sin reservas, que regresa para estrecharla entre sus brazos una vez más. Las lágrimas caen sin control de mis ojos, mientras me aferro a ella, a la vida, a mi razón de ser.

AnheloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora