Capítulo 32

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ALEMANIA

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ALEMANIA

Día de acción de gracias.

«Me estoy rompiendo»

No puedo respirar, siento que solo me mantengo en pie por instinto, las enfermeras salen y entran del cuarto de mi hijo, revisando constantemente sus signos vitales, mis manos tiemblan incontrolablemente, y apenas logro captar las palabras que los médicos me dirigen. El eco de la frase "coma inducido" resuena en mi mente, sumiendo mis pensamientos en un abismo de angustia.

—¿Por cuánto tiempo? —pregunta Bárbara en un hilo de voz.

—De manera indefinida, el veneno ha alcanzado el cerebro, provocando una herniación que desafortunadamente impide la posibilidad de una intervención quirúrgica en estas condiciones. —responde el doctor y lo miro confundida queriendo que se explique, que me informe. —La única alternativa viable en este momento es esperar a que el cerebro se desinflame, razón por la cual el paciente se encuentra en estado de coma. Los toxicólogos están actualmente evaluando la naturaleza del veneno y trabajando incansablemente en la búsqueda de una cura.

—¿Pero ya está fuera de peligro? —pregunto con los labios temblándome abrazándome con fuerza, lo que se supondría estaría siendo el mejor día de mi vida, se convirtió en una pesadilla de la que deseo desesperadamente despertar.

—No podemos afirmar eso aún, el paciente no debió sobrevivir, el veneno que le suministraron debió ser letal, es sorprendente que aún siga con vida, esa niña le salvo la vida. —El médico hace esta afirmación mientras dirige su mirada hacia Némesis, quien se ha mantenido inquebrantablemente al lado de mi hijo desde que mi hermano nos trajo al hospital.

El recuerdo de cómo ambos, él y ella, se entregaron por completo para reanimarlo está grabado en mi memoria. Fue su acción la que logró que mi hijo volviera a respirar, brindándonos el tiempo necesario para trasladarlo al centro de investigaciones que mi hermano posee aquí en Alemania. Desde entonces, hemos pasado tres días en vilo, esperando ansiosamente noticias positivas. Sin embargo, la respuesta que recibimos es siempre la misma: "Hay que esperar". Es la única consigna que nos ofrecen, y es todo lo que sabemos hasta ahora.

—¡Mi niño! —solloza Barbie desviando su mirada hacia mí, pero yo no puedo mirarla, no puedo enfrentarla, porque siento que esto es mi culpa. Si tan solo hubiera resistido la tentación de volver a su vida, si hubiera dejado las cosas como estaban, mi bebé no estaría así, eso es algo que no puedo perdonarme, el haberlos arrastrado a una guerra que no es suya.

Debería haber comprendido que soy un imán para la desgracia, primero; mi familia, que gozaba de felicidad antes de conocer la verdad sobre mi tío, y ahora, ella, Barbie, que había encontrado la dicha y la paz después de la tormenta que vivió a mi lado.

Y aquí estoy de nuevo, sumergiéndola en un fango de sufrimiento del cual no puedo sacarla. La culpa me pesa como si tuviese una lapida en el pecho, recordándome que siempre soy la portadora de la desdicha.

AnheloWhere stories live. Discover now