4 El sonido de... un claxon

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A esas alturas, Elizabeth ya creía saber qué es lo que pasaba con Meliodas. No es que hubieran hablado sobre el tema, pero los signos estaban ahí. Su timidez, esa dificultad para comunicarse, evitar las miradas y el contacto físico. Todo parecían síntomas de una misma condición, pero aunque no podía estar segura hasta preguntarle, sabía con certeza una cosa: le quería. 

Su relación era casi muda, apenas tenían contacto, lo consideraba raro. Y le quería. Pese a todo, también consideraba que era una persona extraordinaria, y le habría encantado llamarse su amiga. Eso, si alguna vez su interacción pasaba del "buenos días".

«Pero estoy cerca», pensó mientras regresaba a casa tras hacer las compras. «Sé que le agrado. Tal vez sólo es cuestión de darle tiempo para que se acostumbre a mí. Debo ser paciente y esperar una señal». La señal llegó en forma de un claxon que la asustó tanto que soltó sus cosas. En cuanto ubicó el origen del escándalo y entendió lo que veía, todas las alarmas prendieron en su cerebro.

—¡Quítate de ahí, idiota! —gritaba uno de sus vecinos a una persona parada justo en medio de lo que parecía su lugar en el estacionamiento. Era Meliodas, que se cubría los oídos y cerraba con fuerza los ojos. El sujeto pitaba como loco con la nariz del auto casi sobre las rodillas del chico, pero si eso ya parecía peligroso, Elizabeth no quiso ni pensar en lo que un sonido así de fuerte podía estarle haciendo.

—Hey... ¡Hey! —gritó mientras sacaba el celular y comenzaba a grabar—. ¿Qué demonios hace?

—¡Este imbécil no quiere quitarse! —gruñó el hombre—. ¡Hazte a un lado, sordo! —Pero Meliodas no obedeció. Se quedó ahí, encogiéndose mientras tiraba de su pelo tratando de amortiguar el ruido. Agitaba la cabeza de un lado a otro negando, y la albina llegó a su lado lo más rápido que pudo para ayudarlo.

—Cielo, ¿qué pasa? ¿Qué...?

—No estoy sordo —dijo él, y siguió negando—. Ni imbécil. Tengo autismo. Asperger. 

—Lo sé. Por dios, ¿qué haces aquí? —Él tardó varios segundos en contestar.

—Lugar de discapacitados —dijo entrecortadamente—. Este es el lugar para discapacitados. —Entonces ella por fin lo entendió. En efecto, Meliodas estaba parado justo sobre el icono azul, el idiota pitando no era ningún discapacitado, y su amigo estaba tratando de hacer una buena acción—. La señora Grayroad y su esposo están por volver. Siempre escucho su silla de ruedas cuando vuelve. —El corazón de Elizabeth se derritió al oír esto, volteó a ver con ojos furiosos al infractor, y luego de nuevo al rubiecito, a quien sonrió.

—Tápate más fuerte los oídos, cariño —le ordenó. Acto seguido soltó tal rosario de improperios al patán que lo aterrorizó, amenazó con publicar el video, y le dijo que si lo veía de nuevo por ahí, llamaría a la policía. Veinte minutos después, la camioneta de la pareja de ancianos estaba en el lugar que ellos habían salvado. Y dos días después de eso, Meliodas estaba frente a su puerta con un enorme pastel.

—La señora me dio pay —sonrió mostrándole la enorme pieza láctea de tres kilos. Al parecer, otro vecino había visto lo que hicieron y contado a todos su acto heroico—. ¿Podemos compartirlo?

—Sólo si me dejas invitarte al té primero. —le contestó. El resto de la semana cenaron pastel en su casa. Y a partir de ese momento, tomaron por costumbre tomar té los viernes para compartir las noticias. 

***

Awww ^u^ Van rompiendo el hielo lentamente, y nosotros nos derretimos con ellos ❤ Hola a todos, aquí Coco, quien les desea un maravilloso inicio de semana, y espera hayan disfrutado este momentito de azúcar para empezar con ganas mañana. Les mando un beso, un abrazo, y si las diosas lo quieren, nos vemos el domingo para más.



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