22 El sonido de... un baile

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Elizabeth estaba impactada de la importancia que habían cobrado los sonidos en su vida. El ritmo constante de un latido, el suave susurrar de una respiración, una risa. Cosas pequeñas, y cosas grandes también. Estaba enamorada, y casi sentía que podía escuchar a los astros moverse mientras bailaba en brazos de su novio. Era una canción vieja, de esas que ponen en las películas románticas, y le parecía como si los giros que daban fueran en gravedad cero. Meliodas la había sacado a bailar al oír aquel tema, solo porque sí, solo porque la amaba. Y ella sentía como si en verdad flotaran sobre la luna.

Pero no. Siendo práctica, los sonidos a su alrededor también le confirmaban que aquello era real. Podía oír el tap-tap de sus tacones con cada paso, el suave murmullo de él tarareando la canción. Podía oír el ronroneo de la cafetera, la estática del radio y el clink-clank de su edificio, que se preparaba para iniciar el día. Entonces la canción terminó, él detuvo sus movimientos lentamente, y ambos abrieron los ojos, absorbiendo la imagen del otro como si fuera lo más hermoso que habían contemplado.

—Siempre quise bailar esto con la persona que amo. Gracias Ellie.

—No hay de qué —rió abrazándolo, y acto seguido le dio un beso, incapaz de contenerse ante la enormidad de lo que le había dicho.

Porque su novio era una persona muy especial, y ella sabía que algo tan sencillo como un baile era para él, en realidad, un reto enorme. No podía escuchar una canción sin sentirla hasta el alma, y ahí estaba, dedicándole a Sinatra. No podía tocar a los demás con facilidad, y ahí estaba, sujetándola con gentileza. No podía socializar con normalidad, y ahí estaba, invitando a una extraña a su hogar. Aunque claro, ya no era tan extraña. Sus lenguas se acariciaron mientras el beso subía en intensidad, y ella suspiró tratando de contener todo lo que sentía por él.

Pero no podía. Una persona tan frágil haciendo cosas tan valientes, alguien con una visión tan diferente del mundo mirándola con adoración por quien era. Sí, Meliodas tenía Asperger, pero eso no había impedido que se convirtiera en un hombre maravilloso. Su hombre. Sus respiraciones se aceleraron mientras las manos pasaban de hombros y cintura a otros lugares, y cuando por fin ella emitió un gemido, el rubio se separó y le hizo una pregunta con timidez.

—Va... ¿Vamos a tener sexo ahora? 

—Solo si quieres. 

—Pero... no es viernes —explicó mientras se ruborizaba hasta las orejas. Claro. Los viernes de té habían pasado a ser viernes de cita—. Y además no es de noche.

—Eso no importa. Amarte no necesita un horario, puedo hacerlo todos los días.

—T-t-t... ¡¿Todos los días?! —se impresionó.

—Claro, siempre que quieras. ¿Quieres? —Un segundo de silencio, un destello valiente en sus ojos, y acto seguido tomó sus manos para llevar una a su trasero y otra bajo su camisa.

—Sí quiero. —El resto de la mañana se la pasaron haciendo el amor, escuchando los sonidos del otro, y bailando sobre la cama y entre las sábanas cada canción que se sabían. 


***

Enero está por terminar, pero parece que el mes del amor se está adelantando, fufufu 💕 Hola a todos, aquí Coco, que como siempre les desea un feliz inicio de semana, y les agradece por estar aquí ^u^ ¡Los amo tres millones! 



Sonidos del AlmaWhere stories live. Discover now