15 El sonido de... una mentira

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Y así, comienza oficialmente la temporada navideña UwU 💕🎄✨Ya saben qué hacer. 

***

—¿Estás... terminando conmigo? —preguntó el atónito albino cuyas cosas habían sido puestas en una caja.

—Sí —dijo ella con una expresión llena de serenidad—. Vete ya. —Silencio. El sonido de una patrulla. Y entonces él rió.

—Ah, ya entendí. El taradito debió decirte sobre nuestra charla.

—No, no tuvo que hacerlo. Yo sola me di cuenta. Y cariño, eres un asco de persona. Largo de aquí. —respondió, todo con una sonrisa inocente.

—Comprendo, estás enojada. Escucha, solo déjame explicarte...

—Oh, no estoy enojada —mintió descaradamente para luego dar un sorbo a su té—. Solo estoy harta de tus manipulaciones, mentiras y abusos. Fuera, y no vuelvas.

—¿O si no qué? —preguntó él, indeciso entre la ira, el miedo y la angustia—. ¿Llamarás a la policía?

—¡Precisamente! —admitió con expresión radiante—. De hecho, ya lo hice. Le avisé a Diane sobre lo que pasaría, y si no la llamo en diez minutos, vendrá con su compañero a arrestarte. —El chico simplemente no podía creerlo, pero ella parecía escalofriantemente decidida, así que alzó las manos en señal de rendición.

—Entiendo. Lo que necesitas es espacio. Quieres tiempo para calmarte, ¿no es así, mi amor?

—No gracias, no necesito ningún tiempo. No vuelvas a acercarte a este edificio si no quieres una demanda.

—¡Déjate de juegos, perra! —estalló por fin perdiendo los estribos.

—¡Atrás! —le contestó mientras sacaba una pistola con teaser—. Un paso más y estás frito.

—No hagas esto —pidió el albino, pareciendo vulnerable por primera vez—. Elizabeth, yo te amo. Por favor, hablemos. —Los recuerdos de más de un año juntos destellaron en sus ojos, y por un segundo se sintió conmovida. Pero no tenía sentido seguir engañándose. Aún antes de la llegada de Meliodas, lo que había entre ellos ya estaba muerto. No quería seguir viviendo una mentira.

—Adiós, Mael —afirmó sin arrepentirse—. Espero que puedas olvidarme muy pronto.

—Esto no se quedará así —dijo tomando su caja con tanta ira que pareció que la arrojaría.

—¿Es una amenaza?

—Vas a arrepentirte —golpeó la mesa—. ¡Tarde o temprano volverás conmigo!

—¡¿Es una amenaza?! —Lo apuntó sacando su celular para que viera que estaba grabando.

—¡Mierda! —exclamó como última palabra. Y acto seguido desapareció azotando la puerta. Elizabeth solo se calmó cuando escuchó las llantas de su auto derrapando.

—Ellie —dijo Diane al otro lado de la línea—, ¿estás bien?

—Sí —le mintió.

—De acuerdo. ¿Ya hablaste con Meliodas?

—Estoy por hacerlo.

—Mucha suerte. —colgó. Pero ya no le quedaban fuerzas para hacer lo que debía, y en vez de tocar la puerta de su vecino, lo que hizo fue subir por las escaleras hasta el techo.

No importaba lo valiente que había sido para conseguir su objetivo, ese control también era una mentira. Por dentro estaba temblando. Le aterraba la reacción de Mael, le entristecía su relación rota. Le avergonzaba no haberse dado cuenta antes de la terrible persona que era. Tratando de calmarse, inhaló el aire invernal y se dió cuenta que este había cambiado. Era más frío, más dulce, una misteriosa energía flotaba alrededor. Claro. Debían ser los primeros aires de navidad. Si se fijaba bien, ya habían algunas decoraciones por aquí y por allá. Un vecino generoso había decorado aquel espacio con ramas de pino y muérdago, y unas lucecitas viejas pero aún brillantes titilaban entre el verde. La albina respiró su libertad por primera vez en varios meses, y acto seguido se soltó a llorar.

—¿Elizabeth? —preguntó una suave voz a sus espaldas—. ¿Estás bien?

—¡Meliodas! —se asombró borrando sus lágrimas y volteando a verlo con una sonrisa—. ¿Ya me hablas?

—Contesta por favor.

—Sí, perfectamente —El rubio se quedó muy quieto, evidentemente escuchando—. ¿Pasa algo? —Cuando terminó su análisis, asintió y se acercó a ella con pasos pequeños. Luego apoyó la cabeza en su hombro.

—No es necesario que mientas —dijo en un tono increíblemente dulce—. Está bien sentirse mal. Puedes contarme, si quieres. —Fue como abrir la ventana a una ventisca. Elizabeth se lanzó a sus brazos y lloró por un largo rato, el suficiente para que sus mejillas se pusieran frías con tantas lágrimas. Luego se quedó ahí simplemente para abrazarlo, y fue cuando él volvió a hablar—. No mentías cuando dijiste que me quieres.

—No, no mentía —confirmó, maravillada de que pudiera identificar el sonido de una mentira.

—Pero, ¿qué significa? —preguntó con una nota de ansiedad en la voz—. ¿Hablas de mí cómo vecino? ¿Cómo amigo? —Por un instante ella consideró decir que sí, pero ya se había cansado de las mentiras. No quería decirlas nunca, así que se separó de él y se confesó con rubor en el rostro.

—Me gustas como hombre, Meliodas —admitió—. Estoy enamorada de ti. —El pálido muchacho se quedó como un venado ante las luces de un auto, y ella soltó una risita por su expresión cómica, antes de darse cuenta de dónde estaban parados—. Mira, muérdago. —Ya no había marcha atrás. Sus alientos se mezclaron en una nube de vapor cálida, sus labios húmedos se rozaron con suavidad. Y entonces, antes de que eso fuera un beso, él salió corriendo sin mirar atrás. Sin embargo, ella no sintió la necesidad de seguirlo. Algo en su interior le decía que el sentimiento era mutuo, solo debía ser paciente y dejarlo entender. Se quedó ahí disfrutando el invierno, feliz y fantaseando con las posibilidades que podía traer la navidad. 


***

Fufufu, ya está aquí 🎄✨¡Hola a todos! Aquí Coco, quien se complace en anunciar el inicio oficial de nuestra temporada decembrina, ¿no sienten la magia del invierno en el aire? Se vienen muchas cosas maravillosas, cocoamigos, momentos dulces llenos de luz con nuestra familia y amigos. Pensé en iniciar con fuerza dejándoles por aquí y por allá pequeñas chispas anunciando esto, espero les guste. Como siempre, les deseo lo mejor en este inicio de semana, en este mes, y en los días por venir. No se pierdan la temporada navideña en esta y mis otras obras, les mando un beso, un abrazo y, si las diosas lo quieren, nos vemos pronto para más. 



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