25 El sonido de... una cena familiar

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La cena había resultado un éxito. Elizabeth contemplaba la escena familiar frente a ella con una enorme sonrisa, y no pudo evitar que un suspiro cargado de ternura le brotara del pecho. Su familia había adorado a Meliodas. Le pareció natural, pues era encantador, pero la reacción de cada uno de los miembros de la casa había sido un pequeño cuadro dentro de su pintura perfecta de felicidad.

Como antiguo docente, su padre era especialmente comprensivo con las personas neurodivergentes, pero lo que en verdad lo cautivó fue ver su esfuerzo, pues el rubiecito había puesto todo de sí en dar la mejor impresión. Estaba tan pulcramente arreglado que parecía un maniquí, trató de engominarse el pelo, trajo un pastel de chocolate, y logró mirarlo a los ojos mientras lo saludaba. Y qué ojos.

Elizabeth se derritió, pues cada vez que el pobre no podía más, volteaba a verla, y su amor era tan evidente que la tenía sonrojando a ratos. Y eso le ganó la aprobación de papá. Cualquier hombre que mirara de esa forma a su hija merecía un lugar en su mesa, y así, la presentación con el resto de su familia continuó.

Gilthunder estaba fascinado. Siempre le había encantado el arte, y tener a un profesional para hablar del tema lo tenía por las nubes. Aunque Elizabeth sospechaba que también se debía a lo adorable que era. Margaret se puso a hablar de música con él, pues era pianista, y la pareja solo lo soltó cuando fue el turno de Griamor y Verónica para hablar.

Era obvio que ella no confiaba, siempre había sido muy sobreprotectora y odió a su último novio. Sin embargo, tuvo que cambiar de opinión al saber del encontronazo que tuvieron. Su instinto protector de inmediato se extendió al rubio, a quien intentó enseñarle un par de técnicas de autodefensa ayudada de su novio, que por la demostración acabó en el suelo, para risa de todos.

Él único que no pareció muy feliz fue su amigo Howser, quien tal vez en el fondo aún había guardado un poco la esperanza de emparejarse con ella. Recibió un piquete de ojos cuando quiso soltarle un piropo por su minifalda, y Meliodas pasó el resto de la tarde tan pegado a ella que casi era como cargarlo.

Platos tradicionales en el comedor, postre en el porche, un dulce en el jardín, comida, amor y familia hasta que las luces de la noche se volvieron hermosas y comenzaron a competir con las estrellas. Luego fue el momento de ir a casa, y el primer rato a solas llegó mientras esperaban el auto.

—¿Y? ¿Qué te pareció?

—Me encantó tu familia, ¿crees que los impresioné? —No exactamente, pero había hecho algo mucho mejor. Se ganó un pedacito de su corazón, les quitó el miedo, y les dio esperanza para su futuro por venir.

—Están muy contentos de que seas como eres.

«Y de que no te parezcas en nada a Mael», pensó. No había logrado averiguar por qué se lo encontró en la ciudad, pero eso no importaba. Por primera vez en su vida, la familia en pleno aprobaba a su novio.

—Te amo, Ellie. —confesó él antes de hacer algo aún más valiente. La tomó de los hombros, se puso de puntitas, y le dio un suave beso en los labios lleno de sus sentimientos. Un "¡Awww!" colectivo se escuchó a sus espaldas, y ambos se fueron de lugar entre risas y sonrojos.


***

Hola a todos, aquí Coco, quien aún siente mariposas por la ternura, y quien, como siempre, viene a desearles un estupendo inicio de semana y días primaverales que están por venir. La primera temporada de nuestra historia está por concluir, pero nuestra parejita aún está lejos de decir adiós ^u^ Espero haberlos podido hacer felices con un poco de azuquitar, les mando un beso, un abrazo y, si las diosas lo quieren, nos vemos pronto para más. 



Sonidos del AlmaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant