7 El sonido de... un lamento

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Ese día Meliodas regresaba de las compras con una sonrisa ufana, y tarareaba, complacido con el suave vibrar que emanaba de él y con los sonidos familiares de su edificio. El elevador al subir, el viento al colarse por los pasillos, la campana de la señora del piso cuatro, y las risas de los niños del piso siete.

Lo había conseguido, por fin se había adaptado por completo a su nuevo hogar. A su hermano le había preocupado bastante que no lo lograra, pero ahora podría presumir en su próxima visita que lo había hecho perfectamente, y que incluso hizo una nueva amiga. Elizabeth era una persona maravillosa.

Su risa era dulce, nunca hacía ruidos fuertes, hablaba despacito, y emanaba uno de los sonidos más gentiles que hubiera escuchado. Ya no le daba miedo acercarse, ni siquiera cuando ponía películas de terror. Después de todo, venía Halloween, y se emocionó al llegar y ver la decoración que ella había puesto por las fiestas. El remate era una lamparita que hacía "boo" al pasar, y hasta a ese sonido se había acostumbrado.

—Ya nada me da miedo —explicó al fantasmita de plástico—. Creo que ni aunque fueras real me asustarías.

—Uuuhhh... —le replicó este, y Meliodas sintió un escalofrío con el que casi tiró sus cosas.

—¿Q-qué dijiste?

—Yuuuhh... da —El rubio se acercó más, confundido por el origen del sonido. Y entonces, lo escuchó perfectamente—. Ayu... da.

—¿Elizabeth? —preguntó—. Elizabeth, ¿eres tú?

—Ayuda, Mel. —Lo sabía solo con oírlo. Sonaba a dolor físico, y no estaba respirando bien.

—¡Espera! ¡Allá voy! —gritó tirando sus cosas definitivamente y tratando de abrir la puerta. Sin embargo, esta no cedía. Marcó al nueve once para luego tratar de derribarla, y en cuanto lo logró, encontró a su amiga en el piso apretando su estómago—. ¡Dense prisa! —rogó tras haber dado su dirección. Cuatro minutos después estaban en una ambulancia, y cuatro horas más tarde, uno al lado del otro en una cama de hospital.

—Apendicitis —respondió ella tras oír lo que dijeron los doctores—. Oh cariño, lo siento. Debió ser horrible para ti, tener que gritar, y el ruido de la ambulancia...

—No fue nada —sonrió ufano. Luego su expresión cambió, e inclinó la mirada reconociendo que estaba avergonzado—. Bueno, sí me asuste. No por eso. Es que pensé que eras un fantasma.

—Bueno, me alegra no haberme convertido en uno. Me salvaste, gracias —dijo con ternura. Él no respondió nada, pero sonrió aún más mientras miraba al techo y hacía algo incluso más valiente. La tomó de la mano.

—Creo que sería buena idea si me das tu número de teléfono.

—Olvida eso Mel. Te daré la llave de repuesto de mi departamento, debemos contar con el otro para cualquier emergencia. —El corazón de Meliodas latió tan fuerte que pudo sentir su pulso en los oídos. Tuvo que recargarse en las piernas de Elizabeth para calmar el mareo. Estaba demasiado feliz. 


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Sustos que dan gusto UwU Hola a todos, aquí Coco, deseándoles que sigan teniendo un octubre bonito, feliz inicio de semana y mis mejores deseos para todos ustedes ❤ ¡Viva la spooky season! 🎃💕

Sonidos del AlmaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt