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El amor va más allá del contacto, a veces también se necesitan las palabras


MACK

Algo estaba pasando en la cabina del avión a la que Ax había entrado un rato atrás.

Yo había intentado no molestarlo para que estuviera a solas como había dicho Nolan, pero de repente Teodorus, el soldado desconocido y yo empezamos a escuchar golpes y cosas que impactaban contra las paredes, algo nada normal.

Nos alarmamos, pero siendo experta en reconocer los momentos en los que Ax no se encontraba bien, le hice una señal a Teodorus de que me permitiera manejarlo yo, y me apresuré a entrar a la cabina.

Menos mal lo hice, porque apenas abrí la puerta lo encontré teniendo lo que parecía ser un colapso emocional muy intenso y descontrolado.

Porque no, no me había equivocado al sospechar que estaba muy inestable. La manera en la que había explotado frente a todos ante las propuestas, solo había sido la antesala a eso que ahora tenía ante mí:

Estaba arrojando contra las paredes todos los objetos que había cerca. Y lo hacía con rabia, con los ojos inyectados en sangre y llenos de lágrimas; los dientes apretados y visibles; la respiración agitada y entrecortada. Por completo infundado de ira.

—¡Ax, ¿qué pasa? ¿por qué haces esto?! —le pregunté apenas procesé la caótica situación. Demasiado enfrascado en su furia y en arrojar objetos, no me respondió, así que insistí—: ¡Ax, escúchame, ¿eres consciente de lo que estás haciendo?!

—¡No pude salvarle! —bramó con rabia al mismo tiempo que manoteaba todo lo que reposaba sobre un estante cercano a él—. ¡No pude salvarle! ¡Fue mi culpa!

Entendí al instante que se refería a número cinco.

Claro, todo ese desastre debía ser el estallido de todo el dolor que Nolan había asegurado que Ax estuvo conteniendo. Finalmente había detonado, siendo irreprimible por más tiempo.

Y sí, se veía cargado de culpa, pero también de desprecio, porque lanzaba las cosas como si odiara todo lo que todavía seguía en pie cuando número cinco no lo estaba.

Las arrojaba como si fuera injusto que hasta un objeto estuviera intacto cuando el cuerpo de número cinco había sido destrozado.

Pero, ¿realmente el estallido era únicamente por eso?

Lo que me hizo sospechar que esa no era la única razón fue el darme cuenta de que cada vez que él arrojaba una cosa le ponía mucha fuerza al impulso, como si quisiera medir algo o lograr algo con ese esfuerzo.

Y no solo eso, sino que, al poner esa fuerza, en el iris de su único ojo claro aparecía y desaparecía la característica capa negra de cuando usaba sus poderes.

Pero era un reflejo intermitente, y por alguna razón me hizo pensar en algo que perdía fuerzas al manifestarse. Algo demasiado débil para surgir por completo.

De todas maneras, ante todo ese arrebato descontrolado, la preocupación y la empatía me hicieron querer abrazarlo, pero no intenté acercarme para respetar la crisis.

Sabía por algunos ataques de ansiedad de Nolan que a veces el contacto no era la mejor solución.

Entonces, recurrí a la técnica de hablar.

—De acuerdo, Ax, por favor, deja de arrojar cosas y hablemos sobre lo que sucedió —le pedí a pesar de que entendía sus razones.

—¡Hablar no cambiará nada! —soltó Ax, esa vez con el tono de alguien que había cometido el mayor fracaso de su vida—. ¡Yo no pude salvarle! ¡No pude evitar que muriera así!

S T R A N G E © [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora