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"Él debe morir"

Pero, ¿por qué?

MACK

La chica número dos empezó a bajar las enormes escaleras.

—¿De verdad tengo que lastimarte para que te detengas, Mack? —Su voz jadeante y al límite del enfado se oyó en todo el vestíbulo como una amenaza.

No respondí a eso. Solo retrocedí mientras ella descendía. A medida que lo hacía, mantuvo el brazo izquierdo extendido hacia atrás y los dedos de las manos tensos como garras. Eso para, con su poder mental, arrastrar escaleras abajo a ese cuerpo que había visto tras sus pies.

¡¿Quién era ese al que traía como a un saco?!

El suspenso me hizo sentir el corazón en la garganta.

—¿En dónde está Ax? —le pregunté. No podía ni tragar saliva.

—¿Encontraste lo que estabas buscando? —fue lo que respondió. Sus dientes apretados con rabia—. O, de nuevo, ¿creíste que Godric iba a ayudarte y solo te encontraste con la decepción?

—¡¿En dónde está Ax?! —repetí, esa vez más demandante.

Ella llegó al final de la escalera. La tenue luz de la luna entraba por una de las ventanas y creaba un espacio de claridad justo allí. Gracias a eso vi que el cuerpo que había arrastrado por los escalones era él.

Era Ax.

Ahogué un grito, pero más porque la manera en la que lo traía era espantosa:

A pesar de que no se veían los hilos de su poder mental, era como si ella le hubiera puesto una cuerda de energía en el cuello, que era lo que le permitía jalarlo. Y debía de ser una cuerda muy apretada, porque el rostro de Ax estaba rojo además de marcado por sus venas oscuras. Sus ojos heterocromáticos estaban inyectados en sangre y llorosos. Su boca entreabierta, y la saliva salía de ella como quien estaba sufriendo un ahogo.

¿Estaba luchando por obtener aire?

Aunque no luchaba con sus manos, porque no podía moverlas. De hecho, todo su cuerpo estaba rígido, tieso y vencido, sospeché que porque así ella lo quería, ya que con su control tampoco le permitía usar sus extremidades.

Entonces, por eso lucía como si ella arrastrara un cadáver.

—¡Suéltalo! —fue mi reacción instantánea, todavía retrocediendo para crear distancia entre ambas.

—Estoy harta de que hagas todo más difícil, Mack —me dijo. Su pecho subía y bajaba con fuerza. En sus ojos destellaba la ira concentrada y la disposición de terminar la persecución así tuviera que recurrir a cualquier cosa—. Ya. Quédate. Quieta.

Alzó la mano libre e hizo un movimiento con ella como si quisiera hacerme arrodillar.

Pero, ¡sorpresa! mi cuerpo no se arrodilló en contra de mi voluntad.

En realidad, no pasó nada.

Ella frunció el ceño ante la inefectividad de su poder. Y, de nuevo, hizo el movimiento con la mano.

Pero no. Mi cuerpo no se movió a su antojo.

Sus pasos hacia mí se interrumpieron. No quedamos muy lejos. Aún podía ver su cara gracias a la luz de la luna.

—¿Eh? —emitió, confundida. Tras unos segundos de análisis entornó los ojos amenazantes, como si lo reconociera después de tanto tiempo—. ¿La... inyección de Jael y Godric?

S T R A N G E © [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora