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Dos cabezas, un corazón y una valiente elección

PARTE 1


NOLAN

Apenas los pies de Nolan aterrizaron en el misterioso interior del agujero, las dos mitades de la fuente de Los deseos atrapados se cerraron sobre su cabeza.

Se escuchó el mecanismo, y luego la unión de ambas partes.

Y fue ese sonido el que lo hizo reaccionar. Lo sobresaltó, disipando un poco la niebla mental que lo había impulsado a lanzarse allí.

—¿Qué? —emitió él, de pronto girando sobre sus pasos. Aunque no veía mucho porque el interior estaba aterradoramente oscuro. Aun así, procesó con un brusco horror lo que estaba pasando—. Oh no... No, no, no. ¡¿Qué hice?! ¡¿Salté?! ¡¿Por qué salté a la sospechosa entrada secreta?!

Asustado, se sintió como estar en las profundidades de algo. Ya más nervioso (y sí, también con los dedos temblorosos) sacó la linterna que traía en el cinturón y la encendió.

En cuanto el círculo de luz iluminó el espacio alrededor a él, descubrió que estaba parado dentro de una cabina claustrofóbicamente pequeña.

—Oh Dios, ¿qué es esto? —gimoteó con pavor—. ¿Un ascensor de la época de Matusalén?

Eso parecía, porque no era un ascensor como esos a los que estaba acostumbrado, sino uno muy pero muy antiguo: cuatro paredes hechas de barrotes de acero, unidos por una placa del mismo material. No había panel de pisos o botones, tan solo una palanca (también de acero) que podía ser accionada hacia abajo o hacia arriba.

Y... nada más.

Nolan ni siquiera estuvo seguro de cómo tenía oxígeno allí. Tal vez gracias a unos agujeritos que se notaban en las placas y que debían de estar conectados a alguna ventilación...

Pero sí, ese extraño elevador estaba bajo tierra. Y su única dirección parecían las profundidades.

—En verdad, ¿cuántas cosas pueden haber debajo de la casa de Mack? —murmuró él dentro de su asombro, mirándolo todo.

El bichito de metal que también había caído en el interior, trepó por los barrotes y empezó a moverse alrededor de la palanca de acero.

—¿Dices que debería... accionarla? —Nolan tragó saliva, temiendo haberlo entendido bien—. Porque honestamente eso me parece la peor idea.

El bichito repiqueteó dos de sus patas contra el acero. Eso debía ser un «sí»...

Nolan dudó.

Bueno, al menos ya no se escuchaba la perturbadora respiración de la creación de Jael ni se sentía acechado. Solo había un silencio sepulcral. Eso era algo bueno, ¿no? Significaba que estaba a salvo del enemigo.

Pero, ¿a qué costo? No tenía ni idea de cómo abrir de nuevo la fuente para volver a salir. No había más que esa palanca.

Entonces, algo era seguro: la entrada ya no era ni siquiera una salida, por lo que, fuera lo que fuese que había allí abajo, él iba directo hacia ello.

—Esto no me da buena espina —suspiró Nolan, quién siempre tenía presente lo mucho que podían empeorar las cosas— pero recuerdo que ya me has salvado antes, pequeño bichito, así que confiaré en ti. Quizás me lleves a alguna salida.

S T R A N G E © [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora