39 - Parte 1

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Advertencia: capítulo con contenido sexual explícito. 


Una última vez. Solo una.


MACK

Mi habitación había desaparecido.

Por eso pensé que había sido transportada a otro lugar.

Aún no podía moverme. Ninguna parte de mi cuerpo respondía a pesar de seguir manteniéndome de pie. Todavía tenía las manos entrelazadas con las venas oscuras de Ax, y atrapadas contra sus mejillas. Y él seguía tan paralizado como un zombi, aún dentro de su estado oscuro.

Pero ya no estábamos en mi habitación.

Como lo único sobre lo que tenía control eran mis globos oculares, miré todo desesperadamente:

Ahora, en lugar de haber paredes, había una oscuridad tan caótica como nada más podría serlo el epicentro de un apocalipsis. Tampoco había suelo o techo, solo miles de hilos negros, entretejidos en todas direcciones a nuestro alrededor.

Sí, a donde mirara solo había eso: hilos.

Era como si una mano enorme los hubiera tejido erráticamente sin patrón definido, porque la red que formaban era gigantesca y desordenada.

Además, todos se unían en algún punto, y parecían tener vida, porque algunos se sacudían espasmódicamente; otros se tensaban como si fueran a romperse; y otros se expandían sin control para tejer nuevas redes cuyos finales ni siquiera se veían.

Cual fuera ese lugar, nada estaba quieto. Nada estaba en calma.

También era un caos de sonidos. Desde todas direcciones (o tal vez desde las profundidades mismas de la oscuridad que nos rodeaba) venían miles de ruidos distintos.

Eran sonidos, ecos, pero al mismo tiempo muchas voces diferentes, y no paraban de decir cosas que eran imposibles de entender porque estaban todas superpuestas.

Solo estuve segura de que ese revoltijo de ruidos me causó una aprensiva sensación de angustia. Un deseo demencial de cubrirme los oídos, o de arrancármelos, o de morirme, ¡lo primero que me permitiera acallarlo todo!

Aunque, entre todos esos ruidos incomprensibles y aturdidores, había uno que destacaba.

Era más fuerte que todos, y era una voz.

A ver, si necesitaba ser descrita yo la habría llamado: «la voz máxima», porque se alzaba por encima de los demás sonidos y convergía de una forma omnipotente sobre nuestros cuerpos paralizados, como si alguien hubiera instalado una bocina amplificadora justo arriba de nuestras cabezas.

Y era una voz rarísima. Entre perturbadora y onírica, que te podía hacer pensar: «¿de qué ser vivo podría salir algo así?», porque no pude relacionarla a nada que conociera.

Tampoco que perteneciera a un género en específico. Sus tonos estaban mezclados a una frecuencia inexplicable y escalofriante, tal vez para ser comprendidas solo las palabras, y no el origen:

Debes encontrarla. Es tu deber. Está aquí, ¿no la sientes? Solo búscala. Búscala y ábrela. Encuéntrala. Cumple tu misión.

Después de esa última palabra, volvía a repetirse desde el inicio. Cada frase con un énfasis poderoso e imponente: debes encontrarla.

Pero, ¿encontrar qué?

No comprendí nada. Ni dónde me encontraba, ni de dónde venían todas las voces o por qué ahora estábamos rodeados de hilos y negrura cuando en realidad debíamos estar en mi habitación dentro de la mansión.

S T R A N G E © [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora