Ella quería una historia de amor como la que tuvieron sus padres. Quería amar y ser amada.
Sin embargo amar a alguien no es difícil, lo difícil es ser amado por la misma persona.
Ella quería su final feliz.
Pero cometió error tras error..
Se enamor...
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Lo primero que sintió fue el frío clima y la suavidad debajo de él. Un cielo gris fue lo primero que vio cuando abrió sus ojos, pero lo primero que vino a su mente fue una pelicrema cayendo en sueño profundo a su lado, antes de caer él. Se incorporó sobresaltado, observando su alrededor en búsqueda a la rubia.
Un grito a lo lejos hizo que su corazón se detuviera, antes de saltar a carrera y obligarlo a correr hacia su procedencia. Reconocería esa voz en cualquier lado. Otro grito salió de los labios de la joven, pero contra todo lo que él esperaba encontrarse, ella seguía tirada en el suelo dormida, clamando por su madre en un intenso llanto. Se dejó caer a su lado y comenzó a sacudirla, desesperado por no poder luchar contra el terror que inundaba su pacífico mundo de los sueños.
–¡Despierta! Es una pesadilla. ¡Melissa! ¡Despierta, Melissa! – la sacudió con más brusquedad, pero ella volvió a gritar con las lágrimas deslizándose de sus parpados cerrados. –¡Es una pesadilla, Ángela!
Como si fuera la clave, sus orbes amatistas se abrieron inundados en lágrimas y pánico. Cuando sus ojos se toparon con los ambarinos del joven, lo rodeó con fuerza gimoteando en su cuello mientras él la aferraba.
–Solo fue una pesadilla. – susurró en su oído.
–Fue horrible. – un murmuro que salió de su alma.
Ella se quedó entre sus brazos calmando su corazón desbocado. La seguridad que había entre sus brazos... No cambiaría estar allí en ese momento por nada, ni por nadie.
–¿Estáis bien? – oyeron a las espaldas del joven.
–Ahora vamos. – decretó él, como si de una orden se tratase, y tal así la trataron los demás, desapareciéndose de escena.
Le dio unos momentos más, hasta que ella se separó de él para limpiar sus lágrimas. Sintiendo como su corazón se achicaba al verla en aquel estado, tomó su rostro entre sus manos y limpió sus lágrimas, sintiendo como si cada gota fuera como alcohol en una herida.
–Solo era una pesadilla...
Ella deseo poder decirle lo real que aquello se sintió, lo real que se veía... La sangre manchando sus manos... El pitido ensordecedor en sus oídos... Luces cegadoras... Pero no dijo nada, se sentía tan estúpida.
Ambos se levantaron y se fueron hacia donde estaban los chicos, quienes se dieron cuenta de que ni el entrenador ni las féminas estaban por ningún lado. Melissa siguió la vista de Victor, encontrándolo absorto en una enorme edificación a lo lejos, atravesando lo que parecía ser un frondoso bosque.
