Ave de presa

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Coriolanus bajó las escaleras de la entrada con Katniss a un lado. Usualmente tomaba del brazo a las mujeres, como a su prima o a Clemensia, pero le daba la impresión de que tal acto de cortesía harían que Katniss le cortara el cuello allí mismo.

—¿Por qué te tocas el cuello? —preguntó Sejanus. 

—Una extraña imagen mental…—el se estremeció.

—Sejanus…—habló Katniss, deteniéndose— ¿Puedo pedirte algo? 

—¡Claro! —respondió alegremente, acercándose a ella.

—¿Podrías ayudarme a conseguir un arco? No importa el material. 

Ella se sentía desprotegida sin su arma favorita. Y ya que estaba durmiendo en casa del enemigo, se sentiría más agusto con un arco y flechas a disposición.

—Claro, no hay problema. Esta misma tarde lo tendré para ti. Después de todo, eres mi "prima". 

Katniss no pudo evitar soltar una sonrisa. 

—Ah, sí tienes dientes. Nunca te había visto sonreír —afirmó Coriolanus con audacia. Ella tras ese comentario volvió a ponerse seria y a mirarlo con desprecio. 

—De todos modos, ¿por qué quieres un arco? —preguntó el castaño.

—Pues, Tigris quiere que le enseñe a cazar en el prado. 

—¿A cazar? 

—Sí, a cazar —Snow asintió frenéticamente mientras inventaba una mentira—. Es para…para…necesita las plumas de los pavos para sus diseños de ropa.

—¿No las puede comprar? 

—¿A mí qué me preguntas? Es Tigris la de las ideas de moda locas.

—¿Pero y la carne? ¿La van a desperdiciar? 

Katniss elevó las cejas pensando en que Sejanus definitivamente era de los distritos. Sin importar si su familia tenía mucho dinero, seguía preocupado por esa clase de cosas. 

—No. Por supuesto que no —respondió Katniss, lo suficientemente seria como para que Sejanus no siguiera indagando, algo que Snow agradeció.

Mientras seguían conversando, se escucharon los ruidos de los tacones de Livia Cardew golpeando el piso con velocidad detrás de ellos. Tanto Coriolanus como Katniss eran concientes de que ella estaba atrás, prácticamente respirandoles en la nuca, pero intentando torpemente pasar desapercibida. El único que no caía en cuenta de lo que pasaba era Sejanus, a quien de hecho Livia le dirigió una mirada de desdén absoluto ante su inocente saludo antes de seguir caminando. 

Casi como si estuvieran sincronizados, Katniss y Snow se detuvieron en seco y voltearon a ver qué quería la niña rica del Capitolio. Livia mordió sus propios labios, sin saber exactamente qué decir en ese preciso momento, por hallarse algo amedrentada por las miradas frías de los dos chicos que estaban adelante. Sintió escalofríos al verlos allí, mirándola fijamente y con un semblante juzgador. 

Para su fortuna, tras de ella también apareció la persona más temida y respetada en ese momento por toda la academia. La doctora Gaul, una mujer sin escrúpulos que podía atemorizar al más valiente león que se cruzara en su camino y convertir a niños en monstruos con la misma facilidad que respiraba. 

—¿Por qué obstaculiza el camino, señorita Cardew? —inquirió, con su voz penetrante.

—Yo estaba buscándola —dijo, mientras se daba cuenta de que los otros tres se estaban alejando.

—¿Ah, sí? ¿Cuál es el asunto que nos tendría a ti y a mí en la misma casilla?

—Coriolanus Snow trajo a una oyente sin avisar antes. Después de todo, el reglamento solicita que se registre al oyente con al menos tres días de anticipación. No cualquier persona puede entrar en la gloriosa Academia. Pensé que usted podría sancionarlo…

Jugando con NieveWhere stories live. Discover now