Rosa roja

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La madre de Katniss se sentó ya más calmada, tomando un trago de la botella de alcohol que le dió Haymich para calmarse.

—¿Cuándo pensabas decirme? —le preguntó, medio aturdida.

—Así no dan muchas ganas de hablar.

—Lo siento, no tenía derecho a hacerte eso.

—No, por supuesto que no. Pero entiendo tus sentimientos, yo también los tengo; no creas que esto ha sido fácil para mí. Pero por favor confía en mí como has hecho antes. Coriolanus va a hacerme daño, no en esta vida.

Su madre le dirigió una mirada intranquila, pero luego volvió a su expresión inteligible de siempre. Sin embargo, no dijo nada.

Coriolanus se estaba levantando para salir de la enfermería, a lo que la señora Everdeen respondió instintivamente a querer salir de ahí antes de verlo personalmente.

El chico alcanzó a salir y miró a todos realmente incómodo, y por los rostros ahora también era perfectamente consciente de que todos los odiaban.

—Lo siento, no quería interrumpir.

—¿Terminó el chequeo?

Sus deseos de darle un abrazo eran enormes. Se sentía demasiado bien de verla otra vez. La tomada de mano no había bastado para su reencuentro. Pero mostrar algún sentimiento de aprecio frente a su enfurecida madre y sobre todo, frente a Haymich, se sentía casi prohibido.

—Sí —respondió en voz baja antes de concentrarse en la señora Everdeen y luego en Haymich—. ¿Les dijiste?

Katniss asintió y se acercó un poco a él. Quería hacerlo sentir más cómodo en ese incómodo ambiente, después de todo, debía de ser horrible sentir que el mundo entero desea asesinarte en secreto.

—Tuve que decirle a Haymich. Él es mi mentor en los juegos y ganador de un vasallaje.

—Hola —saludó Haymich con poco entusiasmo. Pero por un impulso de cortesía y consideración hacia la chica, le estiró la mano a Snow.

Eso fue muy significativo para Katniss y le quitó un peso de encima.

Coryo por su parte le estrechó la mano sin dudar.

Tal vez no era la persona más agradable del mundo, o siquiera el más aseado, pero si de algo estaba seguro Coryo, era de que siendo el mentor de Katniss había hecho un buen trabajo manteniéndola con vida. Aunque Haymich no lo supiera y jamás lo imaginara, sentía agradecimiento hacia él.

—Es un placer conocerlo. Katniss me habló mucho de su mentor.

—Desearía decir que es agradable para mí también verte. Pero ambos sabemos que tú presencia aquí no es bien vista. Por favor sé discreto con tu identidad. Hasta ahora solo sabemos la madre de Katniss y yo.

—Mejor me voy de aquí…—dijo la madre de Katniss, antes de tener que saludar al chico.

—Espera, necesito llevarlo a la casa en la que estamos ahora. Por obvias razones no tengo dónde más dejarlo. Nunca te he pedido nada para mí…pero ahora, ¡necesito tu ayuda! —su voz ahora era suplicante.

—Katniss, mejor, yo me lo llevo al apartamento donde me estoy quedando —interrumpió Haymich, con seriedad—. No creo que sea buena idea que esté en casa con tu madre y la frecuencia con la que Coin te visita.

—¿Harías eso por mí? —su voz estaba esperanzada.

—Lo intentaré. Creo que puedo pensar con la cabeza fría si no lo miro demasiado.

Katniss se lanzó a darle un abrazo a Haymich. Aquella muestra de bondad le había ablandado el corazón. Él le estaba haciendo las cosas mucho más fáciles.

Jugando con NieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora