Miel y limón

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Peeta bajó del tren, específicamente del vagón de carga en dónde habían viajado junto a los pedazos de madera. Digamos que los tiquetes de Highbottom eran para pasar desapercibidos, no para ir en primera clase.

Quería besar el suelo húmedo del distrito 12. No pensó en extrañarlo tanto desde sus primeros juegos. Pero al igual que antes, era consciente de que su familia no estaría ahí.

El tren había parado en una estación rural, algo lejos del corazón del distrito y dónde era menos arriesgado caminar.

Los demás tributos se habían ido antes que ellos y ahora estarían dispersos por otros distritos ya que Casca les dijo que no volvieran a su distrito a menos que tuvieran dónde esconderse por mucho tiempo. Nadie quiso ir al distrito doce, por supuesto, salvo Lucy Gray, Peeta y Finnick.

Peeta ayudó a Lucy Gray a bajar, con su vestido de arcoiris medio gastado por el trayecto y las rodillas amoratadas.

—Lucy Gray, no creo que haya sido buena idea venir. Si la hija del alcalde o tu ex novio te vieran, podrían delatarte…

—Conozco los riesgos, pero ya no habían más tiquetes para otros distritos y del doce había de sobra. Además mi prima, tengo que cuidarla.

—Sí, entiendo…aún así, procura que nadie te reconozca —dijo, poniéndole un chal encima.

—¡Rápido, tortugas! —gritó Finnick, mientras entraba al pastizal— Pero que pintoresco distrito.

— Y eso que no has visto la cuidad. —Se rió Peeta.— Es aún peor.

—Oye niña arcoiris…ven un momento…

—¿Yo? —ella se acercó tímidamente a la alta figura de Finnick, que le dedicó una encantadora sonrisa.

Lucy Gray se puso nerviosa mientras Finnick tomaba su cabello y lo halagaba.

—Que bonito pelo tienes…me pregunto sí…—Con el cuchillo que tenía en la manga, cortó el cabello de Lucy Gray a poco más de la altura de los hombros.

—¡¿Pero qué?! ¡¿Qué te pasa lunático?! —exclamó horrorizada la chica, dándole empujones.

—Eso pensé; te ves muy diferente.

—¿Por qué le cortaste el pelo, Finnick? —reclamó Peeta.

—Primero que nada, porque así evitamos que la reconozcan de lejos —dijo, acomodando la partidura del pelo de Lucy Gray— Y segundo, evitamos la propagación de los piojos que había en el tren…Luego me lo agradeces, niña arcoiris.

—¡No tengo piojos! Peeta, tu amigo es  un…un…¡Lo que tiene de guapo lo tiene de idiota!

—Vivió en una alcantarilla, no lo culpes —dijo, mientras se abría paso entre la maleza—. Dices que la Bandada suele venir al lago, ¿verdad?

Lucy Gray se subió a una roca para ver de lejos. La Bandada estaba al otro lado del lago, posiblemente pescando la cena. Su corazón quería regresar con ellos de inmediato, pero no podía hacerlo todavía.

—Sí, allí está mi prima Maude Ivory.

—Se ve que son muy unidos.

—Sí, pero, deben estar preocupados por mí.

—No lo sé, niña arcoiris. Se ven bastante felices sin ti.

Lucy Gray rodó los ojos ante el comentario, mientras que Peeta le daba un codazo.

—Compórtate, salvaje.

—Solo estoy siendo sincero, no queremos que Lucy Gray vaya a tentarse con ir allá.

Jugando con NieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora