7. Stuck in wall

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Le empezaba a doler el cuello, la espalda e incluso sentía que sus muñecas comenzarían a sangrar mientras eran apresadas por aquella trampa de madera ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Dos o tres horas? Si tendría que pasar la noche en esa incómoda posición, iba a estar en problemas.

La puerta a sus espaldas se abrió y se cerró, el silencio de la sala era abrumador, espero que aquella persona se presentará o siquiera tosiera ante el fétido hedor de aquella inmunda celda.

— sé que estás ahí— dijo Shura con voz grave, no podía moverse aquel punto donde se encontraba aquella persona estaba muy lejos de su área visual— ¿Qué es lo que pasa?

— te metiste con la persona menos indicada— dijo alguien con una voz calma a sus espaldas mientras se acercaba a él con pasos lentos, el eco de sus pisadas ponía más nervioso a Shura que su comentario— está furioso... no bastara con que regreses lo que te robaste

— igual no pensaba devolverlo— acepto, de haber podido se viera encogido de hombros, poco le importaba la ira de ese proxeneta, pues estaba realmente complacido por hacer que detuviera su hedonista vida para llamar a las autoridades, aunque le hubieran atrapado sonrió— fue un buen botín... podría costear un par de meses en el extranjero, ya sabe buenos vinos, buena compañía... tengo una idea... por qué no me suelta y le doy un poco de mi dinero por las molestias

— no es tu dinero— corto el hombre parándose delante de él, cabellos castaños y ojos como el mar le observaron con desprecio— además si te suelto lo volverás a hacer

Sí, lo haría. De algo tenía que vivir, pues el pan no era gratis y ya era demasiado mayor para pedir limosnas en la calle, además ese pervertido ganaba usando a jóvenes tan desdichadas como él era justo tomar lo que era para los suyos.

— debes recibir un castigo— la voz de aquel castaño le hizo levantar los ojos hacia él, sus ojos verdes fijos en los azules del oficial— él quiere que te corte las manos

— ¿Lo harás?

— la ley estipula que lo haga

— entonces por lo menos podré sacarlas de aquí— la idea le horrorizaba que eran un par de monedas para el proxeneta, para él sus hábiles manos le daban de comer, quiso escupir, pero se mantuvo estoico y burlón

— me parece excesivo, pero la otra opción es abominable

— ¿me dieron opciones?— silencio, algo peor que perder las manos, quizás sería la guillotina— ¿cuál es la otra opción?

— que le pagues con trabajo... vendrá más tarde a revisar si le convienes— la forma en que el castaño decía las palabras le daba a entender que sería vendido para la satisfacción de hombres y mujeres, frunció el entrecejo ante aquella alternativa, había visto a los ojos a aquellas doncellas desgraciadas que parecían anhelar la muerte en aquella habitación con olor a sudor rancio y perfume barato

— tú qué opinas

— me parece excesivo

— creo que valgo más que un par de monedas— meneo el culo divertido, aun sabiendo que su vida corría peligro— de hecho creo que vale mi libertad ¿No quiere intentarlo señor?

Aquel hombre se puso a cuclillas para verle a la cara, sus cejas estaban fruncidas creando una hermosa arruga entre ellas, sus ojos centellaban bajo la poca luz de la celda y sus labios estaban apretados.

— ¿Es un juego para ti?

— es mi vida— aclaro con dureza— por qué no... me estrenas, si crees que valgo la pena... me liberas y yo haré lo que quieras...

Los secretos de PanWhere stories live. Discover now