27. S&M

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Sentía como el vino hormigueaba bajo la lengua, el eco de los tambores marcaba el latir de su corazón mientras seguía con los ojos la silueta del hombre en medio de aquel circulo en llamas, era un guerrero, lo sabía, tenía el cuerpo cubierto de marcas de incontables batallas, las armas habían logrado desgarrar la perfecta piel de luna pero no mermar la belleza de su dueño, tenía el rostro cubierto por una cabeza de cabra disecada pero incluso aquel bárbaro adorno no lograba imprimir desagrado en él, podía ver su boca debajo del hocico del animal, labios finos y rojos que se abrían de vez en cuando ante el esfuerzo de sus movimientos, no llevaba más vestimenta que una corta falda de lana teñida de rojo y unos preciosos brazaletes de plata que le adornaban tobillos y muñecas por igual, botines de guerra que habría arrancado de los cadáveres de sus enemigos mientras alzaba su espada en señal de victoria.

¿Cuántos de los suyos había matado antes de que el llegara? Decenas quizás cientos de sus compatriotas habían caído por su cuchillo, se puso rígido ante la idea mirando a su alrededor en busca de algún enemigo si bien habían mermado a casi todos los hombres de la tribu del danzante, siempre cabía la posibilidad de que un grupo se hubiese ocultado, no era normal en aquellos pueblos bélicos acechar pero no por ello debía bajar la guardia había apostado centinelas en puntos claves de su campamento y sus hombres le rodeaban mientras disfrutaban del espectáculo y el vino que los vencidos les ofrecían a cambio de que les permitieran curar a sus heridos y no mataran a los niños de la tribu. El bailarín se paró en medio de aquel circulo con la cabeza en su dirección elevo los ojos al cielo y una parte de si tuvo la necesidad de seguir su mirada, pero permaneció inmóvil, mirándole murmurar apenas separando los labios, una gran bocanada de aire y se arrodillo ante el sacándose el monstruoso adorno de la cabeza para ponerla en su regazo como un niño con un pequeño animal.

- Hermoso

Su lengua empujo aquella palabra al aire, las llamas hacían crujir la madera y alumbraban un rostro digno de alabanzas: delgado, nariz fina y unos ojos fieros como una tormenta a la lejanía, todo enmarcado en una melena oscura como la noche sobre ellos. el deseo le retorció las entrañas como un cuchillo cuando esos ojos se clavaron en él, amenazándolo en silencio antes de arrojar la cabeza de cabra al fuego dejando que los leños crujieran cuando empezaron a desmoronarse por el golpe, las mujeres que tocaban los tambores empezaron a orar y sus hombres se pusieron alerta como si aquellas tuvieran hechizos ocultos entre los dientes, se puso en pie en cuanto la última de las iberas callo sus peticiones y camino hacia el guerrero que parecía esperarlo en medio de aquel lugar.

- Es esto un ritual tuyo

- Lo es

- ¿un hechizo?

- ¿soy yo acaso un brujo? - sus ojos eran mucho más hermosos de cerca, de un color extraño que apenas había visto en los pétalos de algunas flores.

- Es difícil decirlo- sonrió mientras giraba a su alrededor, ahora él sería el cazador a punto de saltarle al cuello, que maravilloso cuello sin duda- no sé si es normal que los hombres bailen como las bestias entre las mujeres

El insulto hizo al íbero fruncir el entrecejo, su boca se apretó tan fuerte que los labios perdieron el color granate y sus manos hicieron puños a sus costados, pero no bajo la cabeza permaneció orgulloso como la estatua de un héroe.

- Eres un guerrero, puedes decirme ¿Por qué no has peleado junto a los tuyos?

Se giró en esta ocasión hacia mí, mostrando los dientes como un perro rabioso con los ojos centellando de ira, si hubiese tenido un arma me viese apuñalado o quizás bastaba con arrojarme al fuego, pero el resonar de las lanzas de mis hombres y el grito agudo de las mujeres le detuvo, desdichado el guerrero cuyo amor por su pueblo frena sus hábiles manos.

Los secretos de PanWhere stories live. Discover now